martes, junio 14, 2016

Perú: la hora de la concertación





(Especial para Confidencial). La aceptación de la derrota de Keiko Fujimori en las urnas cinco días después de concluido el conteo de unas apretadísimas elecciones, donde el ex banquero Pedro Pablo Kuczynski (PPK, Peruanos Por el Kambio) salió ganador con 50,12% de votos (apenas 42.597 mas que su rival), culminó un proceso lento y tortuoso para iniciar otro mas largo y sinuoso.
La pregunta del millón es cómo hará el economista de centro derecha cuya campaña fue amateur y caótica —un pésimo candidato que se remontó en los últimos días por elementos ajenos a su programa y una concertación de fuerzas antagónicas— para hacer gobierno con un Congreso controlado por una mayoría aplastante —73 de los 130 legisladores son fujimoristas de Fuerza Popular (FP).
El reto es abrumador, para decirlo de manera suave.
Kuczynski habla de la urgencia de un pacto al estilo de la Moncloa en España o de la Concertación de Partidos por la Democracia, en Chile.
Para muchos analistas, incluyendo los editores del diario El Comercio (que se demarcó de FP los últimos días de la campaña), PPK y Keiko son “inevitablemente corresponsables” de la buena o mala gestión del gobierno entrante.
“Los electores peruanos, unidos a nuestro sistema constitucional, han colocado a Keiko Fujimori en una situación que, si no es de cogobierno, es claramente de corresponsabilidad”, lee el editorial de ese diario del domingo 12 de junio.
Pero para muchos que desconfían de FP, partido que lleva el sello de Alberto Fujimori —un ex presidente que cumple una condena de 25 años de cárcel por corrupción y delitos de lesa humanidad—, la estrategia fujimorista es desestabilizar al ya de por sí débil presidente electo desde el momento en que asuma el mando, el próximo 28 de julio.
El reconocido periodista César Hildebrandt, por ejemplo, ha alertado a PPK: “le sugerimos al flamante presidente electo del Perú que, en materia de concertación, ANDE CON PIES DE PLOMO”.
Mientras tanto, lo poco que ha dicho Keiko desde el pasado 10 de junio no parece allanar el camino para un pacto sino todo lo contrario. En la ceremonia de reconocimiento de su derrota, “su tono agresivo y la presencia de toda su tropa con actitud guerrera de Tora, tora, tora”, escribe Augusto Álvarez Rodrich, columnista del diario La República, no auguran buenas noticias.
No es el único que desconfía. En palabras de la analista Rosa María Palacios: Keiko “lanzó a sus voceros a gritar fraude, a soltar teorías conspiradoras y a lanzar por enésima vez, la excusa del odio.
Con “una estridencia mal controlada, una prosodia tensa”, la populista de centro derecha aceptó su derrota recordando que el mandato del pueblo fue que FP fuese el “vigilante” de la gestión del gobierno entrante. “Le deseamos mucha suerte al Sr. Kuczynski y a sus aliados de campaña”, agregó con cierto sarcasmo en la conferencia de prensa a la que convocó sin aceptar preguntas.
“Fuerza Popular ha recibido el encargo de la población de ser oposición y será el rol que vamos a cumplir con firmeza”. Muchos opinan que con esas palabras la política de 40 años descartó la posibilidad de reunirse para dialogar con Kuczynski en el futuro cercano.
Fuentes fujimoristas confirmaron que no habría diálogo con el Ejecutivo. Ni una sola concesión. Eso sí, la bancada fujimorista tendrá un papel protagónico en el nuevo gobierno: crear el clima de crispación necesario para proponer en su momento la vacancia presidencial, según diversos analistas.
Ante esa eventualidad, PPK salió de inmediato con un mensaje de cautela. La constitución creada por el propio Alberto Fujimori le da la facultad al presidente de disolver el Congreso si éste rechaza dos veces consecutivas la formación de su gabinete. “Yo prefiero no tener que llegar a eso […] Tenemos que buscar consenso en las grandes cosas que queremos, y poner en una cosa aparte las cosas en las que no estamos de acuerdo”. Fácil decirlo. Tarea titánica lograrlo.
Las claves de la campaña: democracia o dictadura
“Ha sido una hazaña que, en ocho días, le ha dado la vuelta a una elección perdida”, dijo sobre el desenlace de la campaña electoral Gustavo Gorriti, reconocido analista y director del sitio de investigación periodística IDL-Reporteros, una ONG vinculada a la defensa de los derechos humanos y la gobernabilidad democrática.
Hubo de todo, incluyendo insultos cruzados y alianzas entre disímiles, para que PPK ganara con votos “prestados”, pues en primera vuelta el reconocido economista y destacado pianista (y flautista), salió segundo con apenas 20 %.
“Cuando en balotaje has estado empatado y de repente uno de los dos candidatos se despunta y crece en la primera medición, continúa en la segunda y sigue creciendo en la tercera, en general eso es irreversible”, reflexiona Gorriti, quien en 1992 fue secuestrado por militares al mando del padre de Keiko.
En efecto, en días, ocurrió lo inaudito, sin precedentes en la historia del Perú. “El crecimiento y la tendencia (de Keiko) se logró revertir en ocho, nueve días. Ha sido un cambio de siete puntos porcentuales habiendo empezado con el viento en contra”. Le pasó a PPK.
Varios elementos concatenados lo hicieron posible. Lo primero que Gorriti menciona es lo que él llama “la fusión entre las fuerzas democráticas: era PPK o (el regreso a) la noche negra” del fujimorismo.
Fue clave, en opinión de Gorriti, “el cambio de discurso del candidato a uno de confrontación que antes había evitado a toda costa: cuando por fin planteó el dilema entre democracia y dictadura, la opción entre un estado decente y uno corrupto, la gente se convenció de que PPK estaba hablando su propio lenguaje”.
Gorriti, de hecho, asesoró a PPK en el segundo debate. El periodista explicó que en esta elección, optó por dejar de lado su imparcialidad periodística al sentirse en una suerte de obligación patriótica.
El repentino cambio de PPK coincidió con una multitudinaria marcha en Lima contra Keiko, la mas grande desde el año 2000, con cerca de 40 mil manifestantes, además de marchas anti-fujimoristas en todo el Perú.
Pero en términos de votos contantes y sonantes, fue determinante la adhesión del 22% que recibió PPK tras el llamado que hizo Verónika Mendoza, la joven líder del izquierdista Frente Amplio, de que había que votar por el veterano de centro derecha sí o sí. Su llamado, en español y en quechua, se viralizó en redes sociales y fue vital para el “volteretazo” que las encuestas registraron en la última semana.
Tuvo un plus para Mendoza: le ayudó a consolidar su liderazgo en la izquierda —opción que antes de ella estaba moribunda en el Perú—, al demostrar “una capacidad de endose que no se registraba en la política peruana reciente”, según el escritor Raúl Tola.
Mario Vargas Llosa coincide en su reciente columna de El País.
“La izquierda, actuando de esta manera responsable —algo con escasos precedentes en la historia reciente del Perú—, salvó la democracia y ha asegurado la continuación de una política que, desde la caída de la dictadura en el año 2000, ha traído al país un notable progreso económico y el fortalecimiento gradual de las instituciones y costumbres democráticas”.
Todo ello fue determinante para el desenlace contra Keiko, pero no menos fue la impactante cadena de revelaciones que se dieron días antes del cinco de junio sobre los más altos dirigentes de FP.
Joaquín Ramírez, el hasta ese momento secretario general de ese partido, apareció cuando menos involucrado en una investigación de la DEA por lavado de dinero. Y José Chlimper, jefe de campaña con quien Keiko reemplazó a Ramírez, se vio comprometido con la publicación de una “prueba” que fue fabricada burdamente para defender al primero.
“Se arreció la campaña contra Keiko que incluyó a los movimientos sociales y a los grupos de la sociedad civil de algún valor que pidieron votar por PPK. Todo eso hizo posible el desenlace”, recuerda Gorriti.
Para Keiko, sin embargo, este final fue producto de una campaña de “la resistencia dominada por los promotores del odio” encabezada por el actual gobierno de Ollanta Humala. Así lo dijo, no sin rabia contenida, la ex Primera Dama de su padre Alberto Fujimori.
PPK, peruano casi de casualidad
Kuczynski, de 77 años, es lo mas parecido a un hombre renacentista. Su padre, Maxime Kuczynski, un médico alemán de ascendencia judío-polaca, fue pionero en el tratamiento de enfermedades tropicales desde mediados de la década de 1930, cuando se instaló junto a su familia en la Amazonia peruana. Su madre, Madeleine Godard, una maestra franco-suiza que lo introdujo en las artes y la música. Kuczynski es primo de Jean-Luc Godard, cineasta suizo-francés creador de la nouvelle vague.
Estudió en Perú, Inglaterra, Suiza y Estados Unidos. Sus materias: música, filosofía, economía y política. Fue ministro, empresario y banquero destacado. En su larga lista de cargos y títulos, faltaba el de presidente de su país, el Perú, donde sin embargo nació casi de casualidad. Tuvo incluso que deshacerse de su ciudadania estadounidense (y perder su pensión y seguro de salud, dijo una vez con humor) para postularse al máximo cargo en el país sudamericano.
En opinión del periodista y analista Pedro Tenorio, PPK, ahora presidente electo, deberá “sobreponerse” al nuevo Congreso “que le hará pagar caro el calibre de los ‘dardos pesados’ a los que tuvo que recurrir para derrotar a su lideresa, clara favorita para ganar la elección hasta una semana antes del balotaje”.
Es efecto, PPK deberá pasar de la hazaña de un triunfo ajustado a la gesta de constituir un gobierno viable que trabaje desde el primer día en el combate contra la delincuencia, la inseguridad y la reactivación económica del país. Tenorio y otros como él tienen claro lo arduo de esa misión. “Será muy difícil restañar las heridas de una campaña cuando las acusaciones eran de ‘narcoestado’ por un lado y ‘narcolobby’ por el otro”.
El propio presidente electo ya inició el difícil camino de “ofrecer disculpas” a los integrantes de FP. “Nos vamos a disculpar todos, vamos a voltear la página para concertar”. Le siguió Alfredo Thorne, el economista jefe del plan de gobierno de Peruanos Por el Kambio. Se debe entender, dijo, que “la elección ya pasó”.
Está claro que los “PPKausas” quieren paz. Y la necesitan sin duda alguna, como la necesita el Perú.
Las prioridades del presidente electo son impulsar la economía, lograr una revolución de la inversión social y mejorar el sistema de seguridad ciudadana. “Esas son las grandes prioridades que todos los peruanos tenemos claras; así seamos de derecha, centro o izquierda”.
Mientras tanto, los medios internacionales ya destacaron el nivel académico de PPK y su inusual perfil como presidente en una América Latina donde, como escribe Jon Lee Anderson en la revista The New Yorker, se distinguen populistas como Daniel Ortega, Hugo Chávez, Alvaro Uribe y Cristina Fernández de Kirshner. “Kuczynski representa la tradición de la vieja escuela de noblesse oblige en política”.
El diario El País lo llama “el presidente peruano mas inesperado”, un “exbanquero liberal aupado por el miedo a Fujimori”.
La prensa peruana, que sin excepción lo criticó como candidato, ahora lo alaba como presidente electo.
Álvarez Rodrich destaca su experiencia y dotes concertadoras para enfrentar un escenario en el que el fujimorismo tendrá mayoría aplastante en el Legislativo.
“Hay pocos peruanos mejor equipados que PPK para enfrentar un escenario así, por su edad, experiencia, bonhomía, y audacia para conversar y negociar, con quien sea necesario, para sacar adelante las decisiones para hacer un buen gobierno”.
Keiko: “lo bueno” del fujimorismo
Keiko es otro boleto. Lo único que tiene en común con PPK es que ambos están casados con ciudadanos estadounidenses. Es una política pura y dura. Estudió en el Perú y Estados Unidos. Fue Primera Dama a los 19 años, cuando sus padres se divorciaron. Esta es su segunda derrota, después de haber caído frente al saliente presidente Humala en 2011.
Desde entonces, se ha dedicado con tesón y disciplina a fortalecer su partido y a recorrer el “Perú profundo” en busca de reducir su antivoto. Su nicho duro se mantiene en asentamientos humanos de Lima y en el centro del país, que agradecen a su padre la construcción de colegios, carreteras así como la entrega de comida, zapatos y uniformes escolares a los peruanos en pobreza extrema.
En 2006 se convirtió en la congresista más votada del país. Pero su labor congresal fue exigua, marcada por ausencias motivadas por permisos de maternidad y por su dedicación a la campaña electoral que perdió contra Humala.
En 2014 apoyó de manera activa a sus candidatos en elecciones locales y logró para su partido tres presidencias regionales y numerosas alcaldías en el interior del país.
Este año apostó por ganar la presidencia reivindicando —según sus palabras— “lo bueno” del fujimorismo con un programa de centro derecha con ofertas populistas de mano dura como cárceles a 4000 metros y pena de muerte para violadores de niños. Un programa no disímil al de PPK de hecho.
Poco antes de triunfar en la primera vuelta electoral, Keiko firmó un “compromiso de honor” en el que prometió que si ganaba no cometería los mismos “errores” —evitó decir delitos— de su progenitor y respetaría la democracia.
Pero lo poco que ha dicho hasta ahora no está del todo claro.
En su corto discurso el viernes pasado, la líder fujimorista fue “desafiante” e “insinuó que llevaría a cabo su propio programa a través del congreso pasando por encima del presidente”, dice un Gorriti tajante, poco ingenuo. Gorriti recuerda que Keiko tampoco habló de visitar al ganador, como se acostumbra en los sistemas electorales democráticos.
Pero, tras recuperarse de su derrota, Keiko debería probar que sí puede ser una estadista. “Debe ejercer liderazgo para conducir a su bancada para que el lustro 2016-2021 no sea un duelo entre vacancia presidencial y disolución del Congreso”, opina Álvarez Rodrich.
No hay duda que “el fujimorismo tiene un gran desafío por delante: renacer de la derrota. ¿Siempre bajo el liderazgo de Keiko Fujimori aún cuando esta sea su segunda derrota presidencial?”, se pregunta Gerardo Tavara, secretario general de la Asociación Civil Transparencia. La palabra la tiene ella.
Estrategias para PPK
En la charla con Confidencial, Gorriti delinea dos posibles escenarios. Una opción es el llamado ‘capitalismo clientelista’, que describe una economía supuestamente capitalista en la que el éxito depende de una estrecha relación entre empresarios y funcionarios gubernamentales. Un sector de PPK propugna esto, que necesitaría el apoyo del fujimorismo, con el que buscaría lograr una suerte de co-gobierno.
“Hay que establecer los términos de gobierno y empezar a gobernar, recordarle a FP que ambos tienen metas similares en política económica, que les gusta el mercado, que se olviden las heridas de campaña, que se den un abrazo y si el asunto entra en un buen swing, pues a los otros aliados (como Veronika Mendoza, la Central izquierdista de trabajadores y la poderosa Federación de Trabajadores de Construcción Civil) hay que decirles ‘chau chicos, salgan por la puerta de servicio y no se olviden de dejarla bien cerrada’, dice el director de IDL-Reporteros con cierta ironía.
El otro escenario es darle prioridad a la democracia, a los compromisos con las fuerzas políticas que lo llevaron a la Presidencia, a gobernar con un conjunto básico de medidas urgentes para enfrentar la inseguridad, apoyar a las pequeñas empresas a salir adelante a través del crédito, organizar y dar recursos para los sectores educación, salud, y la realización de pequeños y grandes proyectos a nivel nacional, así como la universalización del agua potable para todos los peruanos”. Todas promesas de su campaña presidencial.
Al iniciar su gestión, lo primero que hará el presidente electo que quiere ser recordado como “el hombre que modernizó el Perú”, será pedir al Parlamento fujimorista facultades para legislar en seguridad ciudadana y economía, informó este fin de semana Juan Sheput, vocero y legislador electo de PPK. “Se tiene que conceder estas facultades en una especie de luna de miel al nuevo gobierno”, dijo Sheput a medios locales.
¿Habrá luna de miel y después matrimonio feliz de cinco años, o la bancada fujimorista impedirá que PPK gobierne? De nuevo, Keiko tiene la palabra. Es su oportunidad para demostrar que es una estadista que llegó para queda.