jueves, febrero 26, 2015

México carga su historia a flor de piel: Sergio Ramírez



Su relación con México empezó hace casi medio siglo, cuando llegó por primera vez al DF con la “osadía” de que le publicaran un cuento por el que recibió, de manos de Agustín Yáñez, su primer diploma literario. En esa misma visita, Joaquín Díez-Canedo lo introdujo al grupo de “Los Divinos”, integrado por Salvador Novo y Alí Chumacero, entre otras luminarias.

Fue así que México se convirtió en la “patria literaria” del escritor nicaragüense Sergio Ramírez, quien acaba de recibir la segunda edición del Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el Idioma Español, por su “literatura comprometida con una alta calidad literaria”.

En entrevista con EL FINANCIERO asegura que “México es una palabra que puede ser sustituida por muchas otras, como mágico”, porque es “un gran mural en movimiento”, un país “de enormes contrastes” que carga con su historia “a flor de piel”: desde la “megalópolis” que es el DF, el México rural de Juan Rulfo, hasta el folclor sanguinario de los narcocorridos y la narcocultura.
Para el escritor, vitoreado por el jurado como “un intelectual libre y crítico de alta vocación cívica”, la violencia desatada ahora en México es producto de lo que él define como “una centroamericanización”.

“La violencia conspira contra el estado de derecho, y el crimen organizado trata de fracturar y debilitar las instituciones, penetrar las fuerzas de seguridad, corromper, y sustituir el estado, como ocurre hoy en Honduras, Guatemala, El Salvador”, explica el también Premio Alfaguara 1998.

Y es que, abunda, “la violencia ha sido endémica en Centroamérica”, desde “la violencia revolucionaria de los años 80” del siglo pasado, hasta “la violencia de los cárteles de la droga, de los grupos delictivos y de las pandillas, que conspiran contra el estado de derecho”.

En el caso de México, “quedan preguntas abiertas, cierto, como de dónde salieron las bandas de narcotraficantes. A fuerza, se ha creado una narcocultura, que también es parte del México contemporáneo, del México de los inmigrantes pobres que son asaltados, asesinados y atrapados en la frontera con Estados Unidos. Todo esto al lado de la enorme grandeza de su cultura, de sus escritores, de su patrimonio histórico”, reflexiona.

Ficción vs. Política

De andar y hablar pausado, casi andino, pero alto, altísimo, y muy centroamericano, Sergio Ramírez admite que el Premio Carlos Fuentes, dotado de 250 mil dólares, lo ha “elevado” a una categoría distinta y sin duda ha alimentado su vanidad. “Detesto escribir para ganar premios. Pero cuando uno los recibe, hay que disfrutarlos”.

El halago es doble cuando se trata de un premio que lleva el nombre de su maestro y cuyo primer galardonado fue nada menos que el peruano y Nobel Mario Vargas Llosa.

No se siente un “animal político” y no le gusta que lo asocien con la política. Pero su participación en la Revolución Sandinista no pasó desapercibida.

Fue vicepresidente, al lado de Daniel Ortega, en 1984. Antes, opositor a la dictadura de Anastasio Somoza Debayle y también líder del Grupo de los Doce, integrado por intelectuales, empresarios, sacerdotes y políticos que apoyaban al Frente Sandinista de Liberación Nacional. Militante comprometido y protagonista del sandinismo hasta que, a fines del siglo pasado, se retiró de la política para dedicarse de lleno a la literatura.

De ello da cuenta de manera somera, sin recurrir a documentos ni archivos, en el ensayo biográfico Adiós muchachos (Alfaguara,1999). Pero ese libro breve, inspirado únicamente en sus recuerdos de la revolución, no es su memoria política.

“No pretendía aburrir a nadie con todos los detalles minuciosos de mis memorias. No quería que fuera visto como el libro de un disidente, me repugna esa palabra”.

El año pasado se publicó Juan de Juanes (Alfaguara 2014), su biografía literaria. Sabe que le hace falta la política. Pero, insiste, preferiría escribir un cuento como lo haría un narrador sobre su participación en la Revolución Sandinista o contársela a otra persona.
“Es cierto que yo tengo mucho que contar. Si alguien un día se sentara conmigo micrófono en mano con una grabadora y yo comenzara a responderle preguntas sería más fácil para mí que sentarme a escribirlo todo. La verdad no sé si interesa tanto hoy en día…”.

Más que la verdad histórica, de hecho, al autor de Margarita está linda la mar le preocupa la realidad que refleja la literatura, y la que crea el novelista, que a veces termina siendo la verdad que todos prefieren creer.

“Ahora hemos regresado al concepto Cervantino de novela. Novela es todo”, alega. Los pilares de su trabajo como escritor siempre han sido “diluir la historia real dentro de la ficción y crear una realidad paralela, que termina siendo la verdad. Es la gran arrogancia del escritor y al mismo tiempo, el gran triunfo del novelista”, confiesa.