miércoles, marzo 20, 2013

Francisco, devoto de María Desatanudos



Unos a favor, otros en contra, desde el pasado 13 de marzo, todos vivimos una suerte de linchamiento del nuevo jefe de Estado del Vaticano por su supuesta participación en la brutal represión del dictador argentino Jorge Rafael Videla entre 1976 y 1983.
El inicio del nuevo pontificado, por primera vez en la historia encabezado por un latinoamericano (aunque sea un argentino de padres italianos), abre el debate latente sobre la conducta de la jerarquía de la Iglesia Católica durante la dictadura que sufrió el país sudamericano. También surge, dicen los optimistas, una oportunidad de oro para renovar esa institución religiosa de estructura vertical.
Si toma su papado en serio, Jorge Mario Bergoglio deberá hacer acopio de su devoción a la Virgen Desatanudos cuya imagen llevó por primera vez a una iglesia en Buenos Aires cuando era arzobispo ahí.
A horas de conocerse el nombre del nuevo Papa, Change.org, que busca “empoderar a las personas para crear los cambios que quieren ver”, circuló en redes sociales una carta dirigida, a la usanza jesuita, al “Querido hermano Francisco”.
El texto, que asegura estar ante “una ocasión para actualizar” a la Iglesia Católica, le pide al pontífice desenredar varios nudos. Que la iglesia deje de ser Estado y que se convierta en “casa común”. Que regrese al lado de los pobres, aunque tenga que “oponerse al poder político y económico vigente”.
Que desaparezcan las intrigas, las conspiraciones y los intereses creados en el seno del Vaticano.
Que se abra a los nuevos tiempos “integrando en igualdad a las mujeres en todos los estamentos y liberando a la institución del machismo anacrónico del que adolece.”
Que “pida perdón con humildad y repare a las víctimas cuando sea necesario, por todo el dolor y el sufrimiento que ha causado en estos siglos mediante la represión, los abusos sexuales, el control social y la discriminación”.
El exhorto no es el único que le habla al nuevo Papa de sus desafíos. Lo hace también el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, en Italia para conmemorar otro aniversario de la muerte de Monseñor Arnulfo Romero, un jesuita salvadoreño quien, en 1977, al día siguiente de pronunciar una homilía en la que pedía a los militares no matar, fue asesinado a tiros en el altar de su catedral.
Aunque Pérez Esquivel es de la opinión de que Bergoglio no fue “cómplice” de la dictadura argentina, sí cree que “le faltó coraje para acompañar nuestra lucha por los derechos humanos en los momentos más difíciles”.
Le recuerda que la iglesia tiene varios nudos pendientes. “Es indiscutible que hubo complicidades de buena parte de la jerarquía eclesial en el genocidio” en Argentina.
Además de celebrar la elección “del esperanzador nombre Francisco para llevar a adelante su período papal”, el Premio Nobel en 1980 puntualiza lo que para él, y para muchos, debe hacer el nuevo Sumo Pontífice.
Trabajar “por la justicia y paz más allá de las presiones y los intereses de las potencias mundiales” y defender los derechos de los pueblos “frente a los poderosos, sin repetir los graves errores, y también pecados, que tuvo la Iglesia”.
Si escucha el llamado de Pérez Esquivel, y el de la carta virtual de Change.org, menuda carga la que espera al nuevo Papa.
Que la Virgen María Desatanudos (Nuestra Señora de Knotenlöserin) ayude a Francisco el jesuita en su monumental tarea.

¿La Hora de México?

#Indigósfera

Muerto Chávez, México deberá demostrar que tiene los tamaños para ser el líder máximo en América Latina
 

Sobre Chávez póstumo, casi todo está escrito. Que la popularidad del comandante bolivariano tras 14 años en el poder se explica porque su gobierno mejoró el nivel de vida de decenas de millones de pobres. Que las multitudes hoy dolientes no lo llorarán para siempre. Que para Cuba, su petróleo es sinónimo de supervivencia. Como su alianza ideológica para la Nicaragua de Daniel Ortega. Que el chavismo sin él y su carisma va a estar difícil, pero no imposible. Que hubo más imágenes religiosas en su funeral que en el cónclave de Roma. Que la Venezuela que deja es el país más violento de América del Sur con la cuarta tasa de homicidios más alta del mundo. Que el polémico líder cuyos restos siguieron los pasos de los de Lenin, Mao y Ho Chi Minh, es el fracaso con más éxito de América Latina.
Pero fue Gabo quien mejor ha descrito a Chávez, muchos años antes de su muerte. Tenía dos perfiles, escribió nuestro Premio Nobel de Literatura en 1999. “Uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país. Y el otro, un ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota más”. Y la historia no dictaminará por uno de los dos. Jugará con ambos hasta la eternidad.
Lo que no está a discusión es que Hugo Chávez deja un hueco en América Latina. Para muchos, ese espacio podría ocuparlo México, país legendario el siglo pasado por abrazar las causas nobles de sus hermanos del sur pero que, durante 12 años de panismo, los ignoró, concentrado en el vecino distante del norte.
Peña Nieto, y sus asesores, se dieron cuenta que la muerte de Chávez era el momento idóneo para salir en la foto. De ahí la presencia del jefe de Estado priista entre los 33 líderes mundiales que viajaron al país sudamericano para decirle adiós al comandante bolivariano.
Hoy, la Cancillería mexicana tiene un nuevo reto. Ya no se trata solo de dejar atrás la imagen y percepción de inseguridad y violencia. Ahora es momento para una vuelta de tuerca hacia América Latina.
Además de promover a Pemex como una empresa moderna del nivel de Petrobras, y de cultivar ese coqueteo nefasto, pero imprescindible, con Estados Unidos, la política exterior de México deberá demostrar que el país tiene los tamaños para ser líder de la América hispanohablante.
Aparte de la liberación anunciada de la francesa Florence Cassez y de su oportuno viaje a Caracas para las exequias de Chávez, a 100 días de su gobierno, EPN no ha hecho gran cosa en política exterior.
Cierto, ha cambiado el discurso de la guerra a la paz, pero eso, por ahora, es pura retórica.
Porque los muertos no han desaparecido. La inseguridad sigue siendo la marca del país. Una violación tumultuaria de seis españolas en Acapulco. Alertas de viaje del Departamento de Estado norteamericano. Ejecuciones, como la del secretario de Turismo de Jalisco, José de Jesús Gallegos. Secuestros, como el del consejero electoral distrital de Tamaulipas Ramiro Garay. Balaceras, persecuciones y bloqueos de avenidas entre 14 grupos de civiles armados en siete Estados del país.
Todo eso huele mal, y vende peor.
Expertos opinan que el tiempo de México como “Big Daddy” de América Latina es cosa del pasado. Ya no hay guerrilleros que esconder ni conspiraciones que albergar.
Hoy, para unir a la América Latina del siglo 21, además de carisma, la capacidad de convocatoria va de la mano con el poder económico. Como el petróleo de Chávez. O como el Petrobras brasileño de Dilma Rousseff.
¿Qué ofrece Peña Nieto a sus vecinos del sur? La incógnita abre un interesante compás de espera.http://www.reporteindigo.com/reporte/mexico/la-hora-de-mexico