martes, agosto 21, 2012

Aristegui y Pussy Riot

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#Indigósfera


Aristegui y Pussy Riot

No hay pregunta que no se pueda hacer. Ni expresión artística que se deba castigar. La bandera de ambas se llama libertad de expresión.
 


Hablo de dos casos connotados; uno en México y el otro en Rusia, dos países que ya vivieron su propio estilo de dictadura. El primero pasó de la famosa “dictadura perfecta” a una suerte de alternancia imperfecta. Y Rusia, de un modelo económico de planificación estatal propio de un sistema comunista, a uno liberal de capitalismo salvaje.
Me refiero al caso de Carmen Aristegui en México, y al del grupo punk feminista Pussy Riot en Rusia.  Al menos en lo que respecta a los más recientes acontecimientos públicos de ambas, su bandera es la misma.
La periodista mexicana ha sido fustigada; las artistas rusas, sentenciadas; las dos por el mismo delito: expresarse de manera independiente y sobre todo, crítica.
Y es que la pregunta incómoda que hizo Carmen Aristegui al aire en febrero del 2011 ("¿Tiene o no problemas de alcoholismo el Presidente?") y el ahora escandaloso rezo anti-Putin de las Pussy Riot en la Catedral de Cristo Salvador en Moscú –la iglesia ortodoxa más alta del mundo– son expresiones de ese derecho humano fundamental.
En México, Aristegui rechazó pedirle disculpas al presidente por la pregunta. En Moscú, las Pussy Riot, igual. A través de su abogado, literalmente dijeron: “que (Putin) se vaya al infierno con su perdón”.
El nombre y la reputación de Aristegui fueron puestos en entredicho pero ella sigue libre.  MVS, la empresa que la emplea, la ha protegido, al menos hasta ahora. Ella sigue al frente de su escuchado programa de radio que todas las mañanas marca la agenda periodística del país.
Otra suerte ha corrido el grupo feminista punk ruso.
Desde el pasado 17 de agosto, tres de sus integrantes, Nadejda Tolokonnikova, de 22 años, Yekaterina Samutsevich, de 30, y Maria Alejina, de 24, sirven una sentencia de dos años de prisión. Su canción anti-Putin del pasado 21 de febrero fue considerada “vandalismo” y  una “ofensa a los sentimientos religiosos de los ortodoxos”.
El caso de las jóvenes ha provocado una reacción de condena a nivel mundial, sobre todo en Occidente. Casi sin excepción, los expertos califican la decisión como exagerada.
“La sentencia es desproporcionada”, comentó a través de Twitter, la alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Catherine Ashton.
“Estamos llamando a las autoridades rusas para que reconsideren el caso y aseguren el derecho a la libertad de expresión”, expresó por su parte en un comunicado, la portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Victoria Nuland.
Cierto. En Rusia, la opinión pública está dividida entre los que denostan la acción de las jóvenes como un “sacrilegio” y los que las consideran inocentes. Y hay quienes aseguran que Occidente solo ve la paja en el ojo ajeno.
“Todos los países de Occidente tienen penas similares para este tipo de vandalismo”, aseguró la analista política de la televisión rusa Conchetta Dellavernia sobre las críticas extranjeras contra la decision del tribunal de su país.
Posiblemente Dellavernia tenga razón, lo que no significa que si lo hace Occidente esté bien hecho.
En todo caso, además de haber encendido “la llama de la revolución” en Rusia –dicen las Pussy Riots– el caso ha tocado un punto neurálgico que en México conocemos bien, y que preocupa a muchos con la llegada de un nuevo gobierno: ¿habrá respeto por la crítica en el “nuevo” PRI? ¿o regresará esa nube negra dictatorial que hoy simboliza esta decisión en la Rusia de Putin?

Políticamente incorrecto

#Indigósfera

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Políticamente incorrecto
El 28 de noviembre de 1998 Philip True, corresponsal del San Antonio Express News en México, inició un recorrido por las montañas de los Estados de Nayarit, Durango y Jalisco para preparar un reportaje sobre los indios huicholes.
 
No era su primera travesía por esos rumbos inhóspitos para los hombres de prensa, nacionales o extranjeros. True era un explorador nato que caminaba para “recomponer los pedazos de mi alma rota”.
El 15 de diciembre de ese año, su cadáver fue hallado en el Cañón de Chapalagana, en la Sierra Madre Occidental.
Días después, Juan Chivarra de la Cruz y Miguel Hernández de la Cruz, dos indígenas huicholes, fueron detenidos como presuntos responsables y de hecho, confesaron haberlo matado. Fueron sentenciados a 13 años de prisión.
En 2001, los acusados afirmaron que su confesión había sido obtenida bajo tortura y fueron puestos en libertad por un juez de primera instancia. Desde entonces, el proceso ha dado muchas vueltas.
Con los acusados en libertad, el fiscal apeló el fallo; un Tribunal Colegiado revocó la sentencia y devolvió el expediente al juzgado original. Luego, otro veredicto los volvió a declarar culpables a ambos, aunque éstos ya gozaban de libertad. Esta vez, la defensa apeló.
En 2004, más de cinco años años después del asesinato, el Supremo Tribunal de Justicia de Jalisco confirmó la condena, incrementó la pena a 20 años de prisión para cada uno y ordenó la reparación económica del daño.
A pesar de todo ello, al día de hoy, ambos indígenas se mantienen prófugos de la justicia.
La comunidad huichol rehusa entregarlos porque no cree que Juan y Miguel deban ser castigados por matar a un “gringo” que violó sus usos y costumbres. Y la justicia, federal y estatal, guarda silencio.
En 2010, Felipe Calderón personalmente se había comprometido a cerrar el caso.
Lo hizo precisamente con Robert Rivard, editor de True y autor de “Trail of Feathers” (Rastro de Plumas), un libro sobre la búsqueda de la verdad y la justicia en el caso del asesinato del periodista estadounidense.
“Calderón me hizo una promesa personal que los dos asesinos serían arrestados”, contó Rivard a esta columnista.
Hasta el día de hoy, nadie ha movido un dedo, o por lo menos, que se haya notado.
Y es que la detención de los asesinos, todavía en manos de las autoridades del gobierno del panista jaliscience Emilio González Márquez y del presidente Calderón, es políticamente incorrecta.
True era corresponsal extranjero y ciudadano estadounidense. Los acusados, indios huicholes. México, un país donde desde 2006 hasta la fecha, 67 periodistas mexicanos han sido asesinados y 14 están desaparecidos, de acuerdo con Laura Angélica Borbolla Moreno, fiscal de la PGR.
Es más, en lo que va de este 2012, se han documentado 10 asesinatos contra periodistas en México.
Ante esta realidad, ¿cómo cerrar el caso del asesinato de un hombre de prensa “gringo” cuando hay tantos mexicanos abatidos en el ejercicio del mismo oficio?
Pero hay que hacerlo. Así como la justicia es ciega, la impunidad no tiene nacionalidad. Otro pendiente urgente para la nueva administración de Peña Nieto. Y no uno menor.

domingo, agosto 12, 2012

Margarita, está linda la mar

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#Indigósfera

Margarita, está linda la mar

Todo empezó en febrero de 1998, con la decisión de quién sería el ganador del primer Premio Internacional de Novela Alfaguara, ahora un referente de las preseas literarias a una obra inédita de calidad escrita en castellano, dotada con 175 mil dólares y una escultura de Martín Chirino.
El jurado, que sesionaba en la capital de la peninsula ibérica, estaba presidido por Carlos Fuentes y contaba con la voz y el voto –si no formal, sí determinante– de Gabriel García Márquez.
El grupo estaba entrampado en un empate, de acuerdo con versiones vinculadas al círculo literario cercano a los entretelones de las deliberaciones en Madrid.
Fuentes apostaba por la novela del nicaragüense Sergio Ramírez Mercado, quien el domingo pasado cumplió 70 años de vida y 50 de oficio literario. El Gabo, por la del cubano Eliseo Diego “Lichi”, su pupilo, quien falleció recientemente.
Todo se resolvió de manera salamónica, en el mejor estilo de Jesús de Polanco, fallecido en 2007 y entonces presidente del grupo Prisa al que pertenece Alfaguara. Ni más ni menos que la mano que movió la cuna del Premio.
Con Fuentes y El Gabo como promotores de la idea, no fue un premio dividido, sino uno doble.
Pero hubo una condición, que Ramírez recuerda como recomendación del jurado. Que cambiara el título de su obra de “Fin de Fiesta” a “Margarita, está linda la mar”, nombre de un legendario poema de Ruben Darío escrito a principios del siglo pasado.
En una reciente columna, el también ex vicepresidente del gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua, recuerda así el incidente:
“Mi novela había ganado junto a Caracol Beach del cubano Eliseo Alberto (Lichi), muerto en México el año pasado. (…) Solo que, me dijo Fuentes, el jurado recomendaba cambiar el nombre de la mía por el de Margarita está linda la mar, o lo recomendaba él, o Juan Cruz, director de Alfaguara para España, que estaba en el jurado con voz pero sin voto junto con Sealtiel Alatriste, director de Alfaguara para México. Yo la había titulado Fin de Fiesta. Y acepté allí mismo sin pensarlo dos veces, no estaba para dobles pensamientos”.
Hay una arista que Ramírez no menciona en su artículo, publicado poco antes de un maratón de entrevistas, celebraciones, talleres literarios y homenajes en su natal Nicaragua, en honor a su reciente cumpleaños.
Tanto El Gabo como Fuentes siempre declararon su admiración por Darío, pero mientras para el primero “Lo fatal” ha sido el poema emblemático del Padre del Modernismo, Fuentes prefería “Margarita, está linda la mar”, el cuento en verso dedicado a Margarita Debayle de Pallais, mi abuela paterna. 
Es más, Fuentes tenía una fascinación por esos versos darianos. Le encantaba recitarlo en público.
Sergio dice que no estaba para titubear cuando su colega y amigo le sugirió cambiar el título de su novela. Ello a pesar de que la trama inicia en León, Nicaragua, en 1956, cuando Margarita Debayle era una viuda cincuentona. Pero los tiempos literarios no son los de la vida.
Es muy posible que la novela haya logrado que el poema a Margarita, famoso para mi generación, la de mis padres y abuelos, haya trascendido a los lectores de los Premios Alfaguara, que este año cumple 15 de vida.
xt

En busca del Mandela mexicano

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#Indigósfera

En busca del Mandela mexicano

Corría el año 1964. Los Beatles llegaban a Estados Unidos por primera vez mientras un joven de raza negra entraba a una cárcel para cumplir cadena perpetua en África del Sur, un país donde el sistema de segregación racial dominaba hasta los más profundos cimientos de la sociedad.
Se trataba de Nelson Mandela, ahora Premio Nobel de la Paz (1993) y legendario como la antítesis de Hitler, porque logró la reconciliación entre blancos y negros.
Fueron 27 años que el joven militante del Congreso Nacional Africano permaneciera en una celda de no más de cinco metros cuadrados, sometido a todo tipo de vejaciones físicas y psicológicas. 
Pero tenía una meta. Así, logró sobreponerse a su lastimosa situación. 
Se licenció en Derecho por correo en la Universidad de Londres. 
Y, con el apoyo de sus propios carceleros, continuó su actividad política tras las rejas.
Para 1984, se había convertido en una autoridad moral a nivel mundial y en 1994, el primer presidente de raza negra en su país.
Y es que más de dos décadas le sirvieron para soñar con una fórmula que uniera a su país. 
Para eso, sabía que era vital contar con el apoyo de los dueños del régimen racista que lo habían condenado a cadena perpetua. 
Tenía que encontrar la forma de unir a la nación, dividida por medio siglo de apartheid.
La encontró en los Springboks, el equipo nacional de rugby, que en ese entonces representaba la supremacía blanca.
Ya como presidente, pidió una camiseta del equipo, y en color verde, el color representativo de la opresión blanca. 
Y pidió que esa camiseta llevara el número seis, el de François Pienaar, el capitán del equipo.
Una hora antes del partido del Mundial de rugby de 1995 realizado en Sudáfrica, Mandela llegó al estadio. 
A la hora de los himnos, bajó a saludar a los jugadores y se puso la camiseta de Pienaar. 
Y así saludó uno a uno a los jóvenes que lo miraban estupefactos. Se produjo un silencio absoluto, unos segundos para la historia.
Y estalló. 72 mil personas rompieron a gritar: “¡Nelson, Nelson!”. El 95 por ciento eran blancos. 
Los negros, que no conocían el juego, lo vieron, también estupefactos, desde bares en Soweto. 
Fue uno de los momentos más trascendentes del siglo 20.
John Carlin, un periodista británico que escribió “El Factor Humano” que inspiró la película “Invictus” dirigida por Clint Eastwood sobre Mandela, asegura que la cualidad más destacada del sudafricano es la integridad.
“Fue un gran líder a quien la gente siguió porque aplica en su vida privada los valores que predica en público: respeto, honestidad, igualdad, derechos humanos, la democracia”, dijo en declaraciones para esta columna.
Y por supuesto, el sudafricano siempre tuvo una visión clara de lo que quería para su país. 
Y lo logró “seduciendo al enemigo”, señala Carlin, quien fue corresponsal en México en los años 80, antes de trasladarse a África del Sur.
¿Habrá un líder de esas dimensiones en México? 
Porque el país lo necesita. 
Carlin dice: “¿Por qué no?

Reporte Índigo apuesta al periodismo innovador

  http://www.confidencial.com.ni/articulo/7609/reporte-indigo-apuesta-al-periodismo-innovador
Confidencial

En México

Reporte Índigo apuesta al periodismo innovador

María Lourdes Pallais: “la clave es el entendimiento de las noticias”.
Camilo Navas Corea | 10/8/2012
A pesar de que la tendencia mundial de muchos medios es pasar de lo impreso a lo digital, Reporte Indigo en México, que nació como semanario digital en 2006, hace tres meses lanzó edición impresa como “Reporte Índigo Cinco Días”.
Este medio innovador “pretende integrarse como varias plataformas, no ha dejado de ser una cosa para ser otra” explicó María Lourdes Pallais , Jefa de Redacción de Indigo en el DF.
Durante una entrevista en el programa Esta Noche, la periodista nicaraguense con dos décadas de residencia en México y una larga trayectoria en medios internacionales, describió el concepto de Indigo como un “periodismo para el entendimiento, la pregunta clave que intentamos responder es explicar el por qué de las noticias”.
Según su jefa de redacción para México lo que diferencia a Reporte Índigo de otras opciones es el afán por hacer periodismo que no esté basado en informar sino en hacer que los periodistas expliquen y hagan entender a los lectores sobre la temática tratada a través del análisis y la investigación,  “nosotros no transmitimos información, la información está en todos lados, nosotros vamos mucho más allá” aseguró.
Además de la versión digital y la versión impresa el medio integra ambas plataformas a través de “Indigo Vivo”, una aplicación única para dispositivos i-Phone y i-Pad que puede ser descargado gratuitamente y permite a los lectores que posean este tipo de aparatos cargar el contenido del diario así como  piezas audiovisuales que complementan las noticias pasando su unidad electrónica sobre los artículos que tengan la señal de “contenido vivo”.
 

miércoles, agosto 01, 2012

La Caverna de Saramago



#Indigósfera



La caverna de Saramago

La caverna de Saramago

No hay lugar más poblado, más caótico y menos acogedor en las grandes ciudades estadounidenses (un poco de respeto para una de las grandes excepciones, la Gran Manzana), e incluso en nuestro maravilloso Distrito Federal, que los malls.
 
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Mientras unos andan tras el petróleo perdido, otros following the Monex y otros acumulando evidencias para impugnar las elecciones donde habría ganado el candidato del PRI, quien a su vez busca empresas que podrían ser la envidia de Dorian Gray, yo recuerdo a José Saramago y su caverna.
Y es que el domingo pasado me tocó perderme en uno de los más grandes y más populares “malls” al norte del Río Grande, la “Aventura Mall”, cerca de Fort Lauderdale, en la Florida. Y todo para comprarle un ipod a mi sobrino preferido. ¡Menuda lección!
Hacía años que no me sentía tan agredida por gente caminando en estado “relax”, casi levitando, como si estuviera en los Campos Elíseos Parisinos, al ritmo del hosco ruido de bolsas super chic cargadas de artículos de primerísima necesidad rozándoles las piernas sudadas y las espaldas tapizadas de tatuajes, perfumados todos con el aromaterapia de palomitas y jabones de manzanilla, haciendo maromas con la lengua y las manos para lamer y relamer helados super sexi ysuper slim, para refugiarse a veces en sórdidos restaurantes fast-food dizque japoneses porque japoneses intentan comunicarnos que su misión en la vida (o por lo menos ese día) es servirnos suchis y sashimis hechos con peces frescos recién pescados cerca, lejos del mall donde terminaron.
Y es que no hay lugar más poblado, más caótico y menos acogedor en las grandes ciudades estadounidenses (un poco de respeto para una de las grandes excepciones,  la Gran Manzana), e incluso en nuestro maravilloso Distrito Federal, que los malls.
Que tristes son esas “cavernas” con luces de neón que, como bien contaba el Premio Nobel portugués, empezaron como una idea excelente: ser un guetto para quienes quisieran ir de “choping” (sin Chopin) y al mismo tiempo liberarse de la invasión de tiendas que los acosan con todo lo que no tienen, y que generalmente tampoco necesitan.
Pero no. Los centros comerciales, que son como laberintos inhóspitos y húmedos, plagados de madres sobreprotectoras o indulgentes, niños histéricos o simplemente gritones, son mucho más que un guetto.
La gente va a pasear, por Dios. Y alguna vez leí que una mujer dijo que quería que sus cenizas fueran esparcidas en un centro comercial, donde había sido tan feliz…
Y es que, pobres de nosotros, ya no tenemos plazas donde caminar ni desarrollar vida pública, mucho menos comunitaria. Recuerdo a Saramago de nuevo:
“En el Centro Comercial no pasa nada. Nuestros antepasados acudían a las cavernas para defenderse de la intemperie y de las fieras: mutatis mutandi, esto es lo que sucede ahora: en el Centro Comercial uno se siente seguro, a salvo: ni siquiera hay que comprar, lo principal es que estés allí, que te acostumbres a encontrar en ese lugar posibilidad de que todos tus deseos pueden ser satisfechos, y naturalmente tus deseos bajan mucho su nivel”.
En La Caverna (2001) de Saramago, se cuenta la historia de una familia de artesanos que fabrica objetos de barro y se da cuenta de que su trabajo ha dejado de ser necesario. 
El pequeño negocio de la familia corre peligro tras la creación de un mall. El protagonista, de 64 años, no entiende cómo las industrias de cerámica y sus robots pueden sustituir a los barros amasados.
Saramago logra en su texto plasmar una metáfora sobre nuestros grandes centros neurálgicos hoy en día: los malls, los estadios y las discotecas donde nos movemos con conciencia de autistas, solía decir.
“La Caverna” está basada en el mito de Platón en el libro VII de “La República” y forma parte de una “trilogía involuntaria” del Premio Nobel luso integrada por “Ensayo sobre la ceguera” y “Todos los nombres”, todas excelentes lecturas para estas vacaciones donde los más habitan los malls.

En busca del Mandela mexicano

#Indigósfera

Corría el año 1964. Los Beatles llegaban a Estados Unidos por primera vez mientras un joven de raza negra entraba a una cárcel para cumplir cadena perpetua en África del Sur, un país donde el sistema de segregación racial dominaba hasta los más profundos cimientos de la sociedad.

Se trataba de Nelson Mandela, ahora Premio Nobel de la Paz (1993) y legendario como la antítesis de Hitler, porque logró la reconciliación entre blancos y negros.
Fueron 27 años que el joven militante del Congreso Nacional Africano permaneciera en una celda de no más de cinco metros cuadrados, sometido a todo tipo de vejaciones físicas y psicológicas. 
Pero tenía una meta. Así, logró sobreponerse a su lastimosa situación. 
Se licenció en Derecho por correo en la Universidad de Londres.
Y, con el apoyo de sus propios carceleros, continuó su actividad política tras las rejas.
Para 1984, se había convertido en una autoridad moral a nivel mundial y en 1994, el primer presidente de raza negra en su país.
Y es que más de dos décadas le sirvieron para soñar con una fórmula que uniera a su país. 
Para eso, sabía que era vital contar con el apoyo de los dueños del régimen racista que lo habían condenado a cadena perpetua. 
Tenía que encontrar la forma de unir a la nación, dividida por medio siglo de apartheid.
Lo encontró en los Springboks, el equipo nacional de rugby, que en ese entonces representaba la supremacía blanca.
Ya como presidente, pidió una camiseta del equipo, y en color verde, el color representativo de la opresión blanca. 
Y pidió que esa camiseta llevara el número seis, el de François Pienaar, el capitán del equipo.
Una hora antes del partido del Mundial de rugby de 1995 realizado en Sudáfrica, Mandela llegó al estadio. 
A la hora de los himnos, bajó a saludar a los jugadores y se puso la camiseta de Pienaar. 
Y así saludó uno a uno a los jóvenes que lo miraban estupefactos. Se produjo un silencio absoluto, unos segundos para la historia.
Y estalló. 72 mil personas rompieron a gritar: “¡Nelson, Nelson!”. El 95 por ciento eran blancos. 
Los negros, que no conocían el juego, lo vieron, también estupefactos, desde bares en Soweto. 
Fue uno de los momentos más trascendentes del siglo 20.
John Carlin, un periodista británico que escribió “El Factor Humano” que inspiró la película “Invictus” dirigida por Clint Eastwood sobre Mandela, asegura que la cualidad más destacada del sudafricano es la integridad.
“Fue un gran líder a quien la gente siguió porque aplica en su vida privada los valores que predica en público: respeto, honestidad, igualdad, derechos humanos, la democracia”, dijo en declaraciones para esta columna.
Y por supuesto, el sudafricano siempre tuvo una visión clara de lo que quería para su país. 
Y lo logró “seduciendo al enemigo”, señala Carlin, quien fue corresponsal en México en los años 80, antes de trasladarse a África del Sur.
¿Habrá un líder de esas dimensiones en México? 
Porque el país lo necesita. 
Carlin dice: “¿Por qué no?