domingo, julio 22, 2012

El Tartufo Mexicano

Este es un país de simulaciones, donde “el que no tranza no avanza”. Donde las cosas no se dicen de
 manera directa, mucho menos frontal, porque hacerlo es “feo” y “grosero"
POR MARÍA LOURDES PALLAIS - Martes 10 de julio de 2012row   
Somos un país donde por un lado decimos una cosa y por el otro pensamos y actuamos otra. Pero no nos gusta decir no, y menos que no sabemos. Preferimos mentir o decir, con pena, “la verdad es que no sabría decirle”.

Aunque el personaje de Tartufo haya sido una creación del famoso Moliére francés del siglo XVII, los historiadores aseguran que su naturaleza engañosa es una cualidad (o defecto, según…) de los latinoamericanos en general.

Todo es culpa del mestizaje, dicen los entendidos.

Somos españoles altaneros, jactanciosos y deseosos de ejercer el poder; e indígenas aparentemente sumisos que acatamos órdenes pero nos burlamos por detrás del ‘gachupín’ que nos ordena.

Y es que cargamos con dos rostros que no son totalmente antagónicos, sino que coexisten en un medio habitado por hombres y mujeres seducidos por las visiones bifaciales, por los impostores.

No es raro entonces que los políticos sean expertos en presentar una cara ante la colectividad, la del benefactor, cuando en realidad lo único que hacen es reciclar dinero nuestro (cuando no aparecen en sus cuentas de banco); y otra, la del ignorante, cuando se les descubre en actos ilícitos.

La cara del “maloso” la descubren los presidentes cuando ya no están en el poder. Y con la cara del corrupto descansan tranquilos muchos, todas las noches. Y se dan el lujo de despertarse con la del magnánimo líder que sólo quiere el bien de México.

La cara del que hoy es partidario o adepto a algo y mañana manifiesta lo contrario, es pan de todos los sexenios.

Los ejemplos han sido documentados en la edición de Reporte Indigo del 12 de junio pasado, “Cambio de Camiseta”, pero son muchos: Vicente Fox, Manuel Espino, Manuel Bartlett, Manuel Camacho Solís, Dante Delgado, Marcelo Ebrard, entre otros.

Y las instituciones, fundadas por el PRI, un partido que supo navegar durante casi 70 años en una sociedad donde las apariencias engañan y “lo más probable es que quién sabe”, son expertas en simular.

La excepción era el IFE, hasta ahora, cuando quizás sí, quizás no y lo más probable… Los rostros del Tartufo mexicano se trasladan de las instituciones y empresas a políticas públicas, como las que recaudan pagos de servicios e impuestos que en realidad fomentan la cultura del no pago.

¿Cómo? Por que paga más el que gana menos.

¿Cómo creer y cuándo estar seguro de que se nos dice la verdad, o por lo menos lo que nuestro interlocutor realmente siente?

Todo depende de con qué lado de la persona nos comuniquemos: si con la cara del español o la del indio. Pero al final del día ambos son tramposos.

Y es que nuestra forma de ser refleja una rebeldía sumisa contra la sumisión; gran contradicción de la que nos sentimos muy orgullosos y estamos dispuestos a defender a cualquier costo, bueno, casi a cualquier costo...

No importa que las cosas se enreden siempre y nadie entienda muy bien al que tiene enfrente. Total, si hemos optado por lo barroco y complicado, no por lo concreto y escueto.

Está difícil entrar al primer mundo vestidos de Cantinflas (inflando y cantineando) pero lo estamos intentando.

Y ahora que llegó un “nuevo” PRI a la silla del Gran Tlatoani, hacia allá buscará llevarnos, con todo y las dos caras que nosotros, servidores, nos presentamos ante nuestro líder máximo, aunque no creamos en él ni lo hayamos votado.

Hay vida fuera de México


Mientras en México nos seguimos mirando al ombligo, en el mundo la rueda sigue girando.

Hay Juegos Olímpicos en Londres y campañas políticas en apogeo, en Estados Unidos y Venezuela. Siguen los conflictos en Siria. El FMI confirma la recesión en España. Otro joven monje tibetano se autoinmola…
Me detengo en Venezuela porque ahí ruge la voz del cañón electoral y porque cualquier parecido con México, si lo hay, es pura casualidad.
En el país del sur, donde habrá elecciones presidenciales el próximo siete de octubre, se habla del pasado contra el futuro. Es la lucha de Hugo Chávez, “el coyote”, contra Henrique Capriles, el “correcaminos”.
Con un cáncer incurable pero en remisión bajo el efecto de esteroides, el Comandante de 58 años sigue en pie de guerra. Con más de 14 años en el poder y en busca de su tercera reelección, representa el pasado.
El excoronel se enfrenta a un rival joven, rico y bien parecido quien, a sus 40 años, representa el futuro.
Del Comandante ya lo sabemos casi todo: es jefe máximo de un Estado Bolivariano y socialista así como de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), que incluye a Cuba, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, entre otros. Es mesiánico y su palabra es la Ley.
Su rival se autodefine como “progresista”, de “centro izquierda” porque, insiste, los conceptos clásicos de derecha e izquierda ya no existen. Y quiere el regreso de la iniciativa privada a un país donde el Estado manda desde fines del siglo pasado, sin rendirle cuentas a nadie.
Capriles no la tiene fácil para decir lo menos, pero logró, por primera vez en años, unir a la oposición. Y eso no es poca cosa.
Pero, ojo, es posible que Chávez gane. Esencialmente por el control que tiene sobre la maquinaria electoral, y porque… bueno, la gente pobre lo quiere (sus programas sociales no tienen nada que envidiarle a los del DF por ejemplo) mientras que los ricos le huyen (por aquello de su socialismo bolivariano). Y en Venezuela, los pobres son los más y ahora les va mejor que antes.
Por lo menos así lo asegura un informe reciente de la CEPAL que contrasta con los análisis de la oposición que aseguran todo lo contrario.
Desde el 2010, Venezuela aparece como el segundo país de América Latina donde más se ha reducido la pobreza en los últimos 12 años, detrás de Ecuador, que entre 1991 y 2010 la redujo en 26,4%, según la misma fuente.
Es el dato más elogioso de los chavistas sin duda alguna.
El candidato del pasado y el del futuro coinciden en la dependencia del precio del petróleo para la viabilidad de sus proyectos. En el caso del programa de Capriles, donde hay cabida para el sector privado, hay más aplicabilidad en las políticas y menos vulnerabilidad en la economía.
Ahora, los expertos en comunicación política aseguran que Chávez y Capriles serán física e ideológicamente opuestos, pero lo que ambos comunican al venezolano de a pie no difiere mucho.
Hay dos diferencias, de acuerdo con Iria Puyosa, una reconocida investigadora venezolana especializada en comunicación política.
El Comandante siempre ataca directamente a su adversario, y éste, a menos de tres meses del Día D, apenas empieza a nombrarlo.
Y el poder ha convertido al Presidente de la República Bolivariana de Venezuela en un talentoso “cuenta cuentos” mientras que su joven rival es menos emotivo, más distante. Capriles comunica mejor persona a persona.
El ex militar destaca su personalidad, es un “largo yo”. El otro, el “yuppie” dirían algunos, habla siempre de su equipo, es un “corto nosotros”.
¿Qué dicen las encuestas? De acuerdo con la más reciente de Datanálisis, 
@chavezcandanga, con 3.203.455 seguidores en twitter, lleva una ventaja de 15.3 puntos sobre @hcapriles, con 1.032.273 fans en la misma red social. 
Mediciones y proyecciones aparte, por primera vez desde 1998, la moneda está en el aire en la patria de Bolívar. Suena familiar, ¿o no?