sábado, febrero 26, 2005

Acusa EUA a Dora Maria Tellez, ex-comandante guerrillera sandinista, de "terrorista"




La ex-comandante guerrillera, ex-ministra de salud, ex-presidenta del Consejo de Estado de Nicaragua, Dora Mari�a Tellez, ha sido informada por la Embajada de Estados Unidos en Managua que no puede obtener visa para entrar a este país -tras haber sido invitada a dar una catedra en Harvard- por caer dentro de la clasificacion de terrorista.
Dora Mari�a ha sido una destacada mujer nicaraguense, luchadora contra la dictadura de Somoza, jefe, en la actualidad, de un partido legalmente constitui�do en Nicaragua: el Movimiento Renovador Sandinista.
Esto es un atropello. Si luchar contra una tirani�a es "terrorismo", Como justifican los EEUU su invasion a Iraq?
Espero que ustedes ayuden a protestar contra esto de cualquier manera que puedan. Es un buen caso para poner sobre el tapete la antojadiza definicion de "terrorismo" que aplica el Depto. de Estado.

Incluyo la carta que Dora Mari�a a la Dra. Vilma Nunez, Presidenta del Centro Nicaraguense de Derechos Humanos (CENIDH) Managua
Febrero 15, 2005
Estimada Vilma:
La Universidad de Harvard me hizo una invitacion para ocupar la catedra de Profesora Visitante de Estudios Latinoamericanos Robert Kennedy� durante el curso de primavera del presente ano.
Con el objetivo de preparar mi curso y mejorar mi inglés solicité ingreso a la Universidad de San Diego en California para el curso de verano del 2004, el cual fue aceptado, iniciando en marzo del año pasado los trámites para obtener una visa para ingresar a los Estados Unidos a realizar dichos estudios. En esa oportunidad el oficial consular encargado retuvo mi visa ordinaria, válida para un período de diez años, que me había sido concedido anteriormente.
Después de varias semanas, a mi requerimiento el Cónsul Luis Spada me indicó atentamente que mi solicitud debía esperar una resolución del Departamento de Estado. Luego de varios meses sin respuesta debí cancelar mis compromisos en la Universidad de San Diego y envié mi renuncia al nombramiento hecho por la Universidad de Harvard.
En días recién pasados, recibí una llamada del Consulado de los Estados Unidos de América y posteriormente me fue entregada una notificación oficial en la que se afirma no soy elegible para visa, ni admisible en el territorio norteamericano de acuerdo a la Sección 212(a)(3)B de la Ley de Inmigración y Nacionalidad de los Estados Unidos que tipifica las actividades terroristas.
Comprendo perfectamente que mi presencia en los Estados Unidos no sea deseable de acuerdo al criterio de los funcionarios encargados del Departamento de Estado y que rechacen una solicitud de visa, sin embargo, no puedo admitir bajo ningún punto la calificación de terrorista, que en una documentación legal del gobierno de los Estados Unidos, se ha hecho en mi contra.
Los hechos de mi vida son y han sido públicos. La dictadura somocista me condenó a siete años de cárcel, acusándome de “asociación ilícita para delinquir” por militar en el Frente Sandinista de Liberación Nacional y participar activamente en la lucha política y armada para su derrocamiento, de lo que me siento profundamente orgullosa.
Me siento orgullosa de haber estado combatiendo en el Frente Norte Carlos Fonseca, de haber participado en la toma del Palacio Nacional, de haber dirigido el Frente Occidental “Rigoberto López Pérez” y jefeado la insurrección de León hasta el derrocamiento de la dictadura.
¿Serán esos los delitos de terrorismo que me achaca el gobierno de los Estados Unidos? ¿O es que el Movimiento Renovador Sandinista, partido político de existencia legal en Nicaragua y que yo presido actualmente, ha sido incluido por el gobierno norteamericano en la lista de organizaciones terroristas?
La acusación que me hace el gobierno norteamericano atenta contra mis derechos humanos y no puedo menos que considerarla como una amenaza a mi vida, a mi seguridad, integridad y tranquilidad.
Dra. Núñez, recurro al CENIDH para solicitar su acompañamiento en las acciones que emprenderé para denunciar estos hechos, para procurar protección legal nacional e internacional a mi persona y para exigir al gobierno de los Estados Unidos de América que se retracte de sus dolosas acusaciones.
Agradeciendo su atención, me despido fraternalmente,
Dora María Téllez
Bo. Pancasán, II Etapa, No.83, Managua.
Correo electrónico: dtellez@cablenet.com.ni

Les mando artículo de Andrés Pérez Baltodano, sociólogo y profesor nicargüense radicado en Canadá, que elabora ideas sobre esta disposición.

El terrorismo discursivo de los Estados Unidos
Andrés Pérez Baltodano

Toronto. Hace dos semanas amanecí convertido en el amigo de una “terrorista”. Por obra y gracia del gobierno de los Estados Unidos, Dora María Téllez fue transformada en la equivalente moral de criminales de la talla de Timothy McVeigh, el responsable de la destrucción de un edificio en Oklahoma en 1995. Recordemos que en ese acto criminal murieron 168 personas, incluyendo 19 niños que se encontraban en la guardería infantil del edificio dinamitado.
Escribo para solidarizarme con Dora María y para protestar como nicaragüense. Y si tuvieramos un gobierno de verdad, demandaría como ciudadano que nuestra cancillería exigiera a la embajada estadounidense una explicación. Desdichadamente, ni Mr. Bolanos, ni Mr. Caldera, ni Mr. Stadthagen representan hoy los intereses de Nicaragua.
Al ensuciar el nombre de Dora María Téllez, los Estados Unidos irrespetan nuestra memoria colectiva, denigran nuestra historia e insultan a las mujeres y hombres que la han dignificado. Porque si Dora María es una terrorista, también lo fueron Augusto César Sandino y los patriotas de su “ejército loco”.
Dora María es tan terrorista como George Washington y los oficiales y soldados del Ejército Continental que lucharon para poner fin al dominio británico en las colonias americanas. Pero aclaremos: ella jamás cometió los actos de violencia perpetrados por gente como Francis Marion, el brutal rebelde americano que Holliwood transformó en la romántica figura de “El Patriota”, en la película del insufrible Mel Gibson.
Los “dueños” de la verdad
Las actuales leyes estadounidenses definen como terrorismo cualquier acto que “intente intimidar o coercionar a civiles con el objetivo de influir en la política de un gobierno . . . o afectar la conducta de un gobierno mediante acciones de destrucción masiva, asesinatos y secuestros”.
A nadie se le escapa que con esta definición tendrían que estar presos personajes como Henry Kissinger, por su responsabilidad en los bombardeos de Camboya y Viet Nam. El mismo George W. Bush y su padre tendrían que ser condenados por su responsabilidad en los bombardeos de Bagdad y Panamá respectivamente.
Pero por supuesto, los Estados Unidos tienen el poder para aplicar sus propias definiciones del bien y del mal. Así las cosas, los responsables del bombardeo nuclear de Hiroshima y Nagasaki no son terroristas y tampoco lo son los expertos estadounidenses que entrenaron a los ejércitos latinoamericanos en el arte del terror que formó parte de las “guerras de baja intensidad” en la región.
En la lógica del gobierno estadounidense, sin embargo, Dora María Téllez, sí es una terrorista, a pesar de que su heróica participación en la toma del Palacio Nacional fue dirigida contra algunos de los más altos y directos colaboradores de un régimen corrupto y criminal. Para Washington ella es una terrorista, a pesar de que la actividad guerrillera en la que Dora María participó con gran heroísmo, haya sido legitimada por el pueblo nicaragüense, por la comunidad internacional, y hasta por el mismo gobierno estadounidense que dio su reconocimiento al gobierno surgido del proceso revolucionario en 1979.
¿Se equivocan a propósito los Estados Unidos?
Hay dos posibles razones que explican por qué los Estados Unidos califican a alguien como Dora María Téllez como “terrorista”. La primera es política. La segunda es ideológica. La primera es cortoplacista. La segunda tiene profundas raíces históricas.
Dora María Téllez forma parte de la Convergencia Nacional que lidera el FSLN. Los Estados Unidos quieren enviar a esa organización un mensaje para recordarles que en la contabilidad de Washington, la Guerra Fría no ha terminado.
La segunda razón, decíamos, es ideológica y tiene que ver con la cultura política estadounidense. Los Estados Unidos son la cuna del pragmatismo transformador que vive del principio: “La verdad se construye con los hechos y es cualquier cosa que resulte conveniente”. Este pragmatismo es diferente al pragmatismo resignado que nos empuja a los nicaragüenses a asumir que la verdad está determinada por la realidad que Dios, la suerte y los Estados Unidos construyen para nosotros.
Así pues, el principio que orienta la definición del terrorismo que ha sido aplicada a Dora María no es la verdad sino la conveniencia. Una definición justa del terrorismo, fundamentada en valores universales, resulta insoportable para los gobiernos estadounidenses que prefieren operar con definiciones plásticas y desechables para acomodar la verdad y la ley a sus intereses.
Como dueños de sus propias definiciones del bien y del mal, los Estados Unidos pueden declarar que Ariel Sharon es --como lo hizo el Presidente Bush hace unos meses--, “un hombre de paz”. Y no olvidemos que Osama Bin Laden fue un “freedom fighter” mientras luchó contra los soviéticos y que Manuel Noriega fue un aliado de los Estados Unidos hasta que Washington decidió definirlo como su enemigo. Tampoco perdamos de vista que Washington proclama la liberación de las mujeres aplastadas por el Talibán en Afganistán como un triunfo de la democracia, al mismo tiempo que abraza y protege a la familia real de Arabia Saudita, un país en donde opera una “Policía de la Moralidad” que vigila y aterroriza a las mujeres.
Caen en su propia trampa
El terrorismo debe definirse sobre bases morales justas que se apliquen tanto a los débiles como a los poderosos. Así, una definición del terrorismo debe evitar el relativismo moral que se esconde detrás del argumento que defiende que el fin justifica los medios y que, por lo tanto, todo vale. Una definición del terrorismo también tiene que evitar las tramposas imprecisiones que le permiten hoy a los Estados Unidos declarar terrorista a alguien como Dora María Téllez, al mismo tiempo que la Casa Blanca nombra como asesor en materia de democracia y derechos humanos a Elliot Abrams, co-responsable de los crímenes perpetrados por la Contra en los 1980s.
Esto no es una sorpresa. El poder se ha arrogado siempre el derecho a definir y manipular la verdad. Y si esto necesita pruebas, visiten la “Galería de Fotos” de la invasión a Irak en la página web de la embajada estadounidense en Nicaragua. Descubrirán con sorpresa cómo reina el amor y la felicidad en ese país desde que fue bombardeado (http://managua.usembassy.gov/).
Pero todo poder es limitado, entre otras cosas porque como bien lo dijo Abraham Lincoln, nadie puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. Los Estados Unidos trivializan su propia definición del terrorismo en la medida en que la aplicación de ese concepto atenta contra el sentido común y la dignidad de los pueblos. El caso de Dora María muestra que han empezado a caer en su propia trampa.
Por la defensa de la memoria histórica
La historia de la Revolución Sandinista es muy reciente y, por lo tanto, muchas de las figuras de ese frustrado experimento todavía pueden ser controversiales. Es fácil darse cuenta, sin embargo, que la historia de Nicaragua recogerá los nombres de las mujeres y los hombres que participaron en esa gesta, y honrará a aquellos que se mantuvieron fieles a sus ideales.
Que no quepa ninguna duda: el nombre de Dora María Téllez está llamado a ocupar un lugar especial en esa galería del honor nacional. El terrorismo discursivo que practican los Estados Unidos no logrará cambiar esta sencilla verdad.