lunes, diciembre 06, 2004

¡CARLOS FUENTES SE REELIGE!

5.12.04
¡CARLOS FUENTES SE REELIGE!

Los niños del demonio
¡Alaaaarma!
¡El ritmo fatal!
¡La bomba!
¡Alaaaarma!
Visitarme en el infierno
Mira en el centro de mis ojos
Tú conoces el diablo
Soy el diablo
¡Diaaaabloooo!
Una nota de La Crónica. Después una larga perorata de mi parte. (Y antes de que se me olvide: ¡Saludos a Guaymas!).


Fuentes pasa estafeta de la generación del boom a la del boomerang

Ma. Lourdes Pallais

Carlos Fuentes escogió el arranque de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara para representar uno de los acontecimientos literarios más importantes de la lengua española desde los años sesentas: seleccionó a sus hijos literarios, conocidos como la generación del boomerang, y les pasó la estafeta de la generación del boom.
Fuentes, de 76 años, nunca antes había cantado un aria en público, aunque en palabras de uno de sus editores, “cantar es una de las cosas que mejor hace”. La idea fue de Jorge Volpi, quien se lo sugirió luego de escuchar a Xavier Velasco “rapear” durante el diálogo intergeneracional boom- boomerang en uno de los muchos foros de la FIL.
“Después de escuchar el rapeo de Xavier, Fuentes me preguntó: ¿Y ahora qué hago? Cántate un aria, le dije, y lo hizo”, contó Volpi a Crónica este domingo.
El autor de Aura imitó a María Callas entonando un aria de La Traviata: de excelente humor y con evidente talento musical.
Pero más allá de su despliegue operístico, en el encuentro, Fuentes seleccionó a sus vástagos, ubicados en una joven camada de escritores encabezada por Jorge Volpi, de 36 años.
El propio Fuentes escogió a los autores que participaron en el foro y los sentó a su gusto y antojo. Volpi, Ignacio Padilla y Pedro Angel Palou, del Crack, a su derecha; Cristina Rivera-Garza y Xavier Velasco a su izquierda. Al primer grupo lo calificó de “archipiélago” y al segundo, de “islas”.
El académico Gonzalo Celorio, que no pertenece a ningún grupo, fue su selección para moderar el foro. Así, el diálogo intergeneracional organizado en la FIL fue la opción de Fuentes para seleccionar a sus herederos intelectuales, tres de los cuales integran la generación del Crack que rompió con el realismo mágico del boom y Rivera-Garza con Velasco, dos aparentes nuevos miembros (aunque el autor de El Diablo Guardián se enojó cuando un periodista le dijo “te aliaste” a los del Crack).
En la suerte de ceremonia de sucesión, todos, menos Velasco, el propio Fuentes y Rivera-Garza, estaban vestidos de manera formal, con corbata e impecables sastres.
El encuentro que abarrotó uno de los salones de la FIL fue también una oportunidad para todos, con excepción de Rivera-Garza, Celorio y Padilla, de agradecer, de diferentes maneras, la deferencia que Fuentes tuvo con ellos.
Pedro Angel Palou, por ejemplo, contó que hace unos años, él y su amigo Volpi, llegaron a la FIL como “dos escritores oscuros a una editorial oscura” para firmar la primera novela del también secretario de cultura de Puebla.
Pero el tiempo pasa, y esta vez, Palou acudió a la FIL "gracias a la generosidad de Carlos Fuentes y le estoy muy agradecido”, dijo escueto pero directo.
El tono de Velasco fue mucho más efusivo. Confesó que debía su pasión por la literatura a una conferencia de Fuentes sobre brujas y hechiceras, y el maestro le contestó “una hechicera merece un bolero de Agustín Lara, pero una bruja no.”
Después de que Fuentes imitara a la Callas, Velasco se volvió a entusiasmar: “la literatura es un hombre imitando a una mujer que cantaba mal”, en lo que fue interpretado como un gesto de devoción al maestro.
Antes, Fuentes había hecho un erudito y entretenido diagnóstico de la obra de los cinco autores con quienes compartió la mesa.
Todos, aseguró, hubieran sido conducidos a la pirámide de Teotihuacán para lincharlos por los temas que narran y el estilo de sus obras, pero ninguno necesita a la Virgen de Guadalupe o a la Malinche, “la primera milagrosa y la segunda seductora” para inspirarse.
Sobre Padilla, dijo que su temática es “la retórica del infierno”. De Volpi recordó su preocupación por la ciencia. En su obra, Volpi se pregunta si “la ciencia ha dejado de ser inocente por ser ciencia y hasta puede destruir el universo”. Mencionó el “monólogo tartamudo” de Palou y sobre la obra de Rivera Garza, afirmó que la autora “nos hace pensar que una cosa es la escritura y la otra la lectura”. Sobre El Diablo Guardián de Velasco, aseguró que era una obra tradicional de la picaresca escrita con un lenguaje popular y cómico “aunque dramático” (porque los personajes no se entienden entre ellos).
En palabras del escritor norteño David Toscana a Crónica, el maestro así bendijo a sus discípulos: “Estos son mis hijos bien amados en quienes he puesto mis complacencias. Escuchadlos. Carlos 3-16”, en palabras del autor de El último lector.

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Heriberto Yepez comenta en su @rchivo h@che:

Lo que hace Fuentes es obvio. Quiere continuarse en otros.
Fuentes sigue creyendo que la literatura es edípica y, peor aún, monárquica.
Los del Crack, con todo mi respeto, se dejan querer bonito. Ellos quieren formar parte del Cranon. No puedo hablar de buena parte de su obra porque no le he leído, pero si el Crack se asume como una ruptura, habría que realizar una exhaustiva investigación para averiguar de qué son ruptura.
Ruptura con Fuentes y su «Boom» evidentemente no. Entonces, específicamente, ¿de qué son ruptura? En sus manifiestos, por cierto, no queda claro qué pedo. Y es que solamente hay algo peor que un Edipo —oh Deleuze—: un Edipo que ni se anima a coger con Yocasta ni mata a su padre. (Ni mucho menos resuelve acertijos). De Edipo Rey a Edipo Pasivo.
Las virtudes del Crack son muchas, quizá la principal es haberse agrupado. México es un país en donde los escritores se ningunean mutuamente, en donde la descalificación al trabajo ajeno es la norma y el solo hecho de que algunos escritores decidan trabajar juntos, comunicarse, ayudarse y leerse, es un rasgo de inteligencia y amistad que debe reconocerse.
Por otra parte, el Crack es una ruptura inverosímil.
No es casual que la periodista escriba su texto con cierta ironía. En México, las autoridades cada vez pierden más credibilidad. Incluidas las literarias. Carlos Fuentes —junto con Carlos Monsiváis y Enrique Krauze— es una de las autoridades paternales en las que muchos buscan protección y cobijo.
Fuentes, a su vez, se beneficia nombrando «hijos». Así construye la ilusión de que estos cinco escritores lo prosiguen. Asegura su carácter de tronco de la Literatura Nacional, se reCanoniza con aquellos que podrían haber sido su ruptura. Fuentes es muy inteligente: ha optado por adoptar a los que podrían ser sus parricidas.
Y si bien critica a Bush II, Fuentes, con este tipo de estrategias, se reelige. Pero más que Bush, Fuentes quiere ser el Calles de la literatura mexicana contemporánea.
Si él y Paz creían que la literatura moderna está hecha de rupturas; ambos, curiosamente, se aseguraron de que a sus «hijos adoptivos» y discípulos directos no se les fuera a ocurrir ponerse ‘modernos’.
Francamente, una ceremonia como ésta dice más de Fuentes que de los cinco escritores que, en distinto grado aceptan, promueven o conceden el bautizo. Y lo que dice es que Fuentes tiene angustia y demasiado ego. Habría que recordarle lo más elemental de la literatura: no se hereda.
No me imagino a Rulfo haciendo algo semejante.
Obviamente nadie podría creer que su intención sea otra que oficializar a sus sucesores. Él no lo va a decir ni los afectados o beneficiados lo van a aceptar abiertamente. Buena parte de estos juegos involucran el arte de la simulación, el auto-engaño, el silencio.
A veces concebimos a los escritores como seres especialmente tácticos. Mi experiencia me revela que este casi nunca es el caso. El escritor es frecuentemente una persona con las mismas inseguridades, desajustes emocionales, ambivalencias, intereses, como cualquier otro terrícola. Así que ante la decisión de si recibir o no el compadrazgo o el apadrinamiento cometen las mismas fallas que el resto. En mi perspectiva personal, pedir, recibir o conceder el Fuentenazgo (el Fuentasazo en la espalda) es mala estrategia.
Además, ¿que te declare archipiélago? «Archipiélago» en México sólo uno, my friends, y ese es el de los Contemporanéos. Respect, ok? Los Contemporáneos, desde su posturas sexuales hasta sus posturas literarias desafiaban los valores dominantes de nuestra sociedad. El Crack es más bien tradicionalista. Y la prueba es que a la derecha de Fuentes te ves.
¿«Islas»? Too romantic. Islas ya no puede haber. Las editoriales, el Internet, la vida misma lo impide. Alguna vez todos creímos que era posible el margen, el underground, pero un año después supimos que nel. En una época de total exposición apenas se da con una isla, o las corporaciones la hacen un paraíso fiscal o los medios, un reality show.
Por cierto, Coronado era una isla, luego le pusieron un puente y ahora es una base aérea.
Además, ¿islas según quién? ¿La Atlántida?
¿«Boomerang»? No manches, Carlos, no manches. La naturaleza del Boomerang es volver a donde mismo. Así que del Boom al Boomerang no hay demasiada novedad. Y, sobre todo, la obra de estos cinco escritores no puede ser encapsulada en una fórmula tan mala. En un país como México, llamarles Boomerang es aniquilarlos, hacerlos presa fácil de la prensa, la crítica latosa y los lectores sanborns. Tú los encapsulas para que formen tu joven familia, pero a ellos les pegas en la madre.
Y por su lado, aceptar la condecoración significa promover una ideología bastante caduca. Aquella que indica que la literatura es un acto de transmisión familiar entre unos cuantos individuos, estructurados entre sí mediante un evidente linaje patrilineal, en que Fuentes es el padre generoso, y los otros son sus continuadores, aquellos que en otro momento, a su vez, entregarán la estafeta.
Anyway, ¿cuál estafeta? La literatura es una estructura mucho más compleja. No es casualidad, por supuesto, que este tipo de actos ocurran ahora en México, precisamente cuando la «República de las Letras» (como otras estructuras hegemónicas del país) es objeto de serias críticas y, en sí misma, se está desarticulando, a falta de renovación intestina seria.
Además, Fuentes está en pleno desprestigio literario. Sus últimos libros no han podido superar a los primeros, esas joyitas como Aura, un libro estupendo. Fuentes, en el gusto de muchos —lo cual no significa sino eso: en cierto gusto— va de picada como escritor. Tener hijos, por ende, es un acto de autopublicidad y fuente de eterna juventud.
«¡Yo soy el Papá!» Fuentes ahora declara su propio derecho a renacer.
No podemos decir que la percepción de la reportera sea errónea. Efectivamente este rito cultural en nuestra cultura —como en muchas— es un acto de trasmisión del poder.
Negarlo sería hacerse guaje.
Pero es un acto bastante artificial. Los del Crack, ya lo dije, se vuelven cada vez más increíbles como vanguardia, movimiento crítico, ruptura. Lo que quieren, al parecer, es tener papá.
O, como diría nuestro secretario, a falta de Whole Enchilada, aunque sea el Taco Bell.
Rivera-Garza —en mi juicio la más inteligente y más interesante escritura de los cinco— no necesita el apoyo de Fuentes. Al contrario: le estorba. Lo que ella representa es una transgresión respecto a cierto lenguaje literario mexicano. Su silencio, sin embargo, concede. Su opción, creo, es dejar que obra hable por sí misma. Quizá esa sea su apuesta. Ojalá fuese la de hacerle saber a Fuentes que thanks but no thanks.
¿Velasco? C’mmon, loco. Lo único que tienen en común Fuentes y Velasco es la casa editorial. Lo que he leído de él me ha parecido, a la vez, divertido y convencional. Pero me parecen mucho más interesantes las literaturas de Bellatin, Fadanelli, Toscana, Sada, Laurent-Kullick, Elmer Mendoza, E. A. Parra y una larga lista. Además, ¿qué no se supone que Velasco es un tipo algo loco? La neta: que se haya iniciado en la literatura leyendo a Fuentes es decepcionante —no ayuda a la imagen ‘cool’— y más parece uno de esos rollos que alguien se avienta para caerle bien al jefe.
Lo que dijo Toscana da en el blanco.
En mi opinión, por otra parte, si bien ser adoptado por Fuentes o dejar que otros así lo perciban puede ser beneficioso en términos de invitaciones, puestos, traducciones, prestigio entre otros Jefes Literarios, etcétera, en términos de lectores, ocurre todo lo contrario. El lector mexicano es sarcástico, está harto. Entre el lector mexicano y los linchadores de Tláhuac hay una perfecta continuidad de actitud. Un hartazgo de las arbitrariedades de las autoridades, una desconfianza plena ante cualquier acto de trasmisión de poder. Todo mexicano es un Travis Bickle automático.
Desgraciada o afortunadamente, ser adoptado por Fuentes, a estas alturas de la sociedad mexicana, not a good idea. Ni siquiera en cuestion de marketting. Y como postura intelectual crítica, mucho menos. Lo que Fuentes hizo es, exactamente, lo que como escritores debemos criticar.
Si una función tenemos, además de escribir libros interesantes, es desafiar estructuras anacrónicas y proponer nuevos paradigmas sociales.
No sé porqué pero orita me acorde de aquella telenovela. Quinceañeras.
Por otra parte, ¿a quién no le daría gusto sentarse con Fuentes y tener la oportunidad de dialogar con él? Solamente un idiota o un mamón rechazaría una oportunidad así, ya sea en la Feria del libro o un café.
El meollo del asunto es que como escritores, ¿por qué no practicar gustos críticos? Sobre todo, gustos públicamente críticos. De otra manera, luego no podemos quejarnos de que la figura del escritor mexicano sea señalada como crecientemente complaciente.