lunes, diciembre 27, 2004

Enrique Vila-Matas y su nueva novela



El protagonista de la próxima obra de Enrique Vila-Matas, uno de los narradores españoles más elogiados por la crítica nacional e internacional, galardonado con el Premio Herralde de Novela 2003 por El mal de Montano, es un escritor que se desaparece por un mes sin que nadie se percate de su ausencia, sin que nadie lo busque.
La soledad es uno de los temas preferidos del autor de El Viaje vertical, obra que le ganó el Premio Rómulo Gallegos, y no porque él se encuentre solo en la vida —“afortunadamente no lo estoy”, confesó a Crónica—, sino porque le preocupa que infinidad de gente pueda pasar muchos días sin que nadie se acuerde de ella.
Le pasó a Agatha Christie, recordó. La escritora un buen día decidió desaparecer, se registró en un hotel con un nombre falso y la encontraron hasta 11 días después.
“En mi caso el narrador también decide desaparecer y pasa un mes sin que lo busque nadie, sin recibir un solo email ni correspondencia alguna, y se da cuenta que a nadie le importa que haya desaparecido. Es el tema de la soledad, tema que me interesa como literato...”
Para identificarse con el personaje, su pasmosa imaginación burkiana lo obligó a viajar a Andalucía, donde, aseguró a Crónica, era improbable que alguien lo buscara.
Pero, como escribió Victoria de Stefano en El lugar del escritor: “Hay azares fruto de deliberaciones misteriosas que se resuelven en nuestra ignorancia y a nuestro favor”, y así le pasó a él.
“Una amiga de Barcelona se enteró que estaba ahí y me llamó. Ella no sabe que le estoy profundamente agradecido de que haya pensado en mí. Es importante esto. Porque pueden pasar muchos días sin que nadie te llame; sin que nadie piense en tí...”
Relajado, con el rostro plácido de un niño pícaro, el autor catalán conversó con Crónica hace unos días en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, a la que asistió como uno de los 50 autores de su país y donde participó en varios foros.
En la charla, además de adelantar el tema de la obra en la que está trabajando ahora, describió el proceso que sigue cada día:
“Todas las mañanas me despierto entre las siete y ocho de la mañana; después de tomar un café instantáneo y, como calentamiento, leo ensayos, y me muero de envidia de no haberlos escrito yo. No leo novelas, para no influenciarme. Después escribo entre diez y doce horas diarias”.
Tampoco ve televisión, aunque admitió que el aparato está siempre prendido en su casa; no es asiduo al cine, incluso una de sus obras se llama No voy al cine, de la que cuenta haber recibido una sola crítica que le advertía “usted se lo pierde”.
Antes de dedicarse a la literatura, Vila-Matas quiso ser torero. Tenía cuatro años.
“Mi madre me confeccionó un traje a la medida para que toreara frente a mis amigos en el pueblo de la Costa Brava donde vivíamos. Era verano e invitamos a cuatro o cinco amigos a merendar a cambio de que vieran la corrida. Lo que yo toreaba era una cabra disecada que había cazado mi abuelo hasta que apareció un perro en la plaza y salí corriendo... Los niños se molestaron muchísimo y ahí terminó mi carrera de torero”.
Con ese humor, que oscila entre lo fino y lo irónico, contó que fue luego de ese fracaso que inició su afición por la lectura; cuando buscaba estar solo y para lograrlo se refugiaba en las hojas de los libros, que al principio no leía, pero a fuerza de costumbre y de ver las letras, empezaron a gustarle.
Así, se convirtió en escritor, cuya prosa alada es altamente biográfica:
“Casi todos mis personajes son yo mismo. Mis novelas son de narrativa pensada, como ensayos mentales”.
Trabaja en un estudio con un gran ventanal que le permite apreciar Barcelona completa; al lado derecho escribe sobre una mesa que conserva desde hace años; sobre ésta la computadora y una varita mágica que le regaló una amiga medio bruja, que frota cuando empieza a escribir.
Pero su humor, aseguró, es mucho más “cervantino” que negro.
“Mi humor es muy cervantino, muy comprensivo con el género humano, con sus defectos... Yo me río de mi mismo y de los demás, de forma sana, no con mal humor.... Mi humor es casi involuntario. Yo creía que lo tenía todo el mundo, pensaba que todos eran así: que estaban de buen humor y un día descubrí que no todos eran así. Que hay quienes no tienen ningún humor... Yo no lo sabía...”
En todo caso, su prosa tiene un tono flemático que es inversamente proporcional a su agudeza irónica. Cobró notoriedad en Barcelona cuando la prensa descubrió que, ataviado con un abrigo rojo, se mezclaba entre la gente que transitaba en autobuses para escuchar los diálogos de los transeúntes y apropiarse de sus voces.
“Las conversaciones que escuchaba me parecían salidas de mis cuentos, aunque mucho más enloquecidas. Hasta que no pude hacerlo más. Barcelona es muy pequeña y los periodistas se enteraron de que yo, con mi abrigo rojo, me dedicaba a subir a los autobuses y escuchar a la gente. Y lo publicaron...“
Con cara de sorprendido, reflexionó:
“Siempre se ha dicho que yo soy raro, cosa que siempre he intentado refutar y finalmente, a través de dos amigos, han llegado a la conclusión de que no soy nada raro, sino que me suceden cosas raras”, y esos eventos extraordinarios pueden llegar a ser novelas, y en su caso, muy exitosas.

miércoles, diciembre 15, 2004

Raúl Rivero, ahora un icono, siempre ha sido un poeta que le canta al amor


Raúl Rivero, ahora convertido en un icono mundial tras su sonada liberación la semana pasada, es el mismo poeta del verso blanco que le canta al amor; antes, cuando trabajaba como periodista de Prensa Latina y después, cuando fue encarcelado por recibir dinero del extranjero por su trabajo de periodista y por sus “vínculos” con Washington.
El autor de “Angela, me dabas fiebre/ me moría recorriendo tu cuerpo lleno de sobresaltos/ y palabras inimaginables a tus catorce años” (Donde clamo por Angela, 1969) pronto verá 45 de los poemas que escribió en la cárcel publicados en España en un volumen titulado Corazón sin furia.
Ese es uno de los beneficios que recibirá El Gordo tras su excarcelación que suscitó innumerables reacciones en el mundo, todas positivas, mientras las autoridades de la isla mantienen un silencio hermético sobre el asunto y nadie, salvo el propio ex reo, interpreta su liberación como el posible inicio de un proceso “lento” de cambios.
A pesar de que El Gordo ha asegurado que su poesía, tras los 20 meses que estuvo en prisión, será “más profunda y triste”, sus más recientes trabajos mantienen la sencillez con que Rivero siempre ha abordado el tema amoroso.
Un ejemplo es el poema Teatro, que será publicado en Corazón sin furia. A continuación, un extracto del mismo:
“Pasó que nos conocimos/ Eramos los personajes/ que el otro añoraba que fuéramos/ Así es que aquellos años/ los perdimos/ haciéndonos que amábamos./Eso pasa, señora de Valdés/ eso sucede hasta en las mejores familias de palabras/ Yo quise a una mujer/que Ud. no era...”
INICIOS. Su actividad como disidente empezó cuando, en 1991, firmó una carta junto con 10 intelectuales pidiendo la creación del mercado libre campesino. El entonces ideólogo del Partido Comunista Cubano, Carlos Aldana, lo satanizó.
Pero Rivero siguió escribiendo sus poemas de amor y sus artículos periodísticos, aunque a fines de los años 90, ya lo hacía para medios extranjeros.
Su poema Matar a un Poeta, por ejemplo, lo publicó la editorial SIBI de Miami en 1996:
“Es muy hermosa la muerte de un poeta./ Lo recuerdan sus viudas más piadosas/ hay muchas flores y ofrendas oficiales/ y los compinches de bares y cantinas/ lo evocan en las barras habituales/ con oleadas de rones melancólicos./ Es excelente la muerte de un poeta/ porque podemos recordarlo con poéticos discursos/ donde se disimulan con tinta de notario/ las odiosas manías que acosan a esos seres”.
La excusa del gobierno de Cuba para encarcelarlo fue porque él y otros nueve intelectuales, recibían dinero de empresas periodísticas extranjeras, delito que fue creado con una ley en 1997. También lo vincularon a los intereses de Washington.
Ahora, que Rivero ha optado por quedarse a vivir en La Habana, su fama mundial sin duda le traerá más beneficios económicos que posiblemente Cuba ignorará para mantener el apoyo del gobierno español de Rodríguez Zapatero, que presionó al régimen de Fidel para lograr la excarcelación de Rivero y 13 más del Grupo de los 75.
Tras haber ganado el estatus de héroe de las letras, la excarcelación de Rivero ha sido motivo de “alegría” para intelectuales en México y España.
“Me alegro de la libertad del poeta, y me alegraría de todas las libertades. A Cuba ya no la defiende el lugar común del miedo al enemigo; la defiende el futuro, y lo tapian encerrandolo”, dijo el escritor español Juan Cruz.
“Era una situación abyecta. Es increíble que después de más de 45 años de dictadura no haya podido modificar su criterio, máxime cuando Abel Prieto ha sido un defensor de la literatura por encima de la política”, dijo a Crónica el escritor mexicano Hernán Lara Zavala.

La Habana, Testimonio 69
Los barcos entran al pueblo de La Habana
como gigantes ciegos
teniéndole el alma a la bahía.

A bordo traen tractores
carros, maquinas agrícolas
que horas después opera una muchacha en Camagüey
un adolescente que abandonó su casa
que dejó la ciudad y se rompe las manos contra la tierra
por que el futuro
el pueblo
la esperanza.

A bordo vienen los marinos
poseídos por sus antepasados
nuevos conquistadores
llenos de baratijas
radios portátiles, grabadoras Sanyo, caminas y perfumes
a perderse en las calles del Vedado
a caminarlas por la piel
por la noche por la labor de Celestina que ejerce
sin prejuicio
el maricón moderno.
(Del poemario Papel del hombre, 1969, Extracto)

Amor punto final
Para este poema no había lápices,
ritmos ni hojas blancas.
Es una especie rara que ya nadie esperaba.
Estos son peligrosos
porque bajo la mansedumbre
que los levanta
trabajan los presagios,
se esconde la sabiduría,
que tiene un sitio para las joyas
y una liturgia para los escorpiones
¡Ah poema con minas
en todos tus acentos!
Versos que yo no esperaba,
pero estaban ahí,
a la espera de las fragilidades
y el laberinto de la línea recta.
El nevado poema castellano
que pudo ser un madrigal
y se abre como una madriguera
donde vengo a enterrar el amor.
(De Corazón sin furia, poema escrito en la cárcel)

martes, diciembre 07, 2004

Fuentes es tan leído en España como Savater en México: Jorge Herralde

Barcelona, capital de la edición literaria

Fuentes es tan leído en España como Savater en México: Jorge Herralde

Mientras en México la obra de narradores españoles se vende poco y los ensayos de autores ibéricos tienen mucho éxito, en aquel país europeo las novelas de reconocidos autores mexicanos son muy populares, en palabras de Jorge Herralde, director de Anagrama.

“El ensayo de autores españoles como Fernando Savater se vende más en México y la narrativa mexicana, como la obra de Carlos Fuentes y Sergio Pitol, se lee más en España,” opinó el editor catalán en el foro Barcelona, capital de la edición literaria, en el marco de la XVIII Feria Internacional del Libro 2004.

El editor catalán Oriol Castanys coincidió con Herralde y agregó que “en España se lee mucho menos literatura catalana que mexicana”.

Sobre la necesidad de promover la literatura mexicana en el país ibérico, Herralde, legendario por haber inspirado el surgimiento de pequeñas editoriales con la fundación de Anagrama en 1969, dijo que la calidad no necesita promoción.

“Si el autor tiene algo que decir; si tiene calidad, no habrá necesidad de hacerle mucha promoción”, dijo el experto.

Sin embargo, lamentó la falta de un medio de comunicación, tanto en México como en España dedicado exclusivamente a la industria editorial. “Desgraciadamente, no tenemos una revista sólida como lo es Publishers Weekly en Estados Unidos”.

Por otro lado, el fenómeno del best-seller es responsable por la inequidad del mercado editorial, pues ha provocado que “pocos libros se lean mucho y muchos se lean poco”, sentenció Herralde.

En respuesta a una pregunta sobre su criterio para publicar, el experto contestó tajante: “No tengo ningún otro patriotismo que el de la calidad”.

Los dos editores catalanes participaron en la mesa sobre la situación de la industria editorial en México y España que se llevó a cabo ayer antes del último coloquio del día, Exilio y memoria en la literatura catalana Barcelona, que protagonizaron los escritores de esa región española Juame Cabré y Biel Mesquida .

El catálogo de Anagrama, ahora de las editoriales que más latinoamericanos publica en España, incluye autores tan variados como Truman Capote, Paul Auster, Sergio Pitol, Enrique Vila-Matas, Carlos Monsiváis y Augusto Monterroso.

lunes, diciembre 06, 2004

¡CARLOS FUENTES SE REELIGE!

5.12.04
¡CARLOS FUENTES SE REELIGE!

Los niños del demonio
¡Alaaaarma!
¡El ritmo fatal!
¡La bomba!
¡Alaaaarma!
Visitarme en el infierno
Mira en el centro de mis ojos
Tú conoces el diablo
Soy el diablo
¡Diaaaabloooo!
Una nota de La Crónica. Después una larga perorata de mi parte. (Y antes de que se me olvide: ¡Saludos a Guaymas!).


Fuentes pasa estafeta de la generación del boom a la del boomerang

Ma. Lourdes Pallais

Carlos Fuentes escogió el arranque de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara para representar uno de los acontecimientos literarios más importantes de la lengua española desde los años sesentas: seleccionó a sus hijos literarios, conocidos como la generación del boomerang, y les pasó la estafeta de la generación del boom.
Fuentes, de 76 años, nunca antes había cantado un aria en público, aunque en palabras de uno de sus editores, “cantar es una de las cosas que mejor hace”. La idea fue de Jorge Volpi, quien se lo sugirió luego de escuchar a Xavier Velasco “rapear” durante el diálogo intergeneracional boom- boomerang en uno de los muchos foros de la FIL.
“Después de escuchar el rapeo de Xavier, Fuentes me preguntó: ¿Y ahora qué hago? Cántate un aria, le dije, y lo hizo”, contó Volpi a Crónica este domingo.
El autor de Aura imitó a María Callas entonando un aria de La Traviata: de excelente humor y con evidente talento musical.
Pero más allá de su despliegue operístico, en el encuentro, Fuentes seleccionó a sus vástagos, ubicados en una joven camada de escritores encabezada por Jorge Volpi, de 36 años.
El propio Fuentes escogió a los autores que participaron en el foro y los sentó a su gusto y antojo. Volpi, Ignacio Padilla y Pedro Angel Palou, del Crack, a su derecha; Cristina Rivera-Garza y Xavier Velasco a su izquierda. Al primer grupo lo calificó de “archipiélago” y al segundo, de “islas”.
El académico Gonzalo Celorio, que no pertenece a ningún grupo, fue su selección para moderar el foro. Así, el diálogo intergeneracional organizado en la FIL fue la opción de Fuentes para seleccionar a sus herederos intelectuales, tres de los cuales integran la generación del Crack que rompió con el realismo mágico del boom y Rivera-Garza con Velasco, dos aparentes nuevos miembros (aunque el autor de El Diablo Guardián se enojó cuando un periodista le dijo “te aliaste” a los del Crack).
En la suerte de ceremonia de sucesión, todos, menos Velasco, el propio Fuentes y Rivera-Garza, estaban vestidos de manera formal, con corbata e impecables sastres.
El encuentro que abarrotó uno de los salones de la FIL fue también una oportunidad para todos, con excepción de Rivera-Garza, Celorio y Padilla, de agradecer, de diferentes maneras, la deferencia que Fuentes tuvo con ellos.
Pedro Angel Palou, por ejemplo, contó que hace unos años, él y su amigo Volpi, llegaron a la FIL como “dos escritores oscuros a una editorial oscura” para firmar la primera novela del también secretario de cultura de Puebla.
Pero el tiempo pasa, y esta vez, Palou acudió a la FIL "gracias a la generosidad de Carlos Fuentes y le estoy muy agradecido”, dijo escueto pero directo.
El tono de Velasco fue mucho más efusivo. Confesó que debía su pasión por la literatura a una conferencia de Fuentes sobre brujas y hechiceras, y el maestro le contestó “una hechicera merece un bolero de Agustín Lara, pero una bruja no.”
Después de que Fuentes imitara a la Callas, Velasco se volvió a entusiasmar: “la literatura es un hombre imitando a una mujer que cantaba mal”, en lo que fue interpretado como un gesto de devoción al maestro.
Antes, Fuentes había hecho un erudito y entretenido diagnóstico de la obra de los cinco autores con quienes compartió la mesa.
Todos, aseguró, hubieran sido conducidos a la pirámide de Teotihuacán para lincharlos por los temas que narran y el estilo de sus obras, pero ninguno necesita a la Virgen de Guadalupe o a la Malinche, “la primera milagrosa y la segunda seductora” para inspirarse.
Sobre Padilla, dijo que su temática es “la retórica del infierno”. De Volpi recordó su preocupación por la ciencia. En su obra, Volpi se pregunta si “la ciencia ha dejado de ser inocente por ser ciencia y hasta puede destruir el universo”. Mencionó el “monólogo tartamudo” de Palou y sobre la obra de Rivera Garza, afirmó que la autora “nos hace pensar que una cosa es la escritura y la otra la lectura”. Sobre El Diablo Guardián de Velasco, aseguró que era una obra tradicional de la picaresca escrita con un lenguaje popular y cómico “aunque dramático” (porque los personajes no se entienden entre ellos).
En palabras del escritor norteño David Toscana a Crónica, el maestro así bendijo a sus discípulos: “Estos son mis hijos bien amados en quienes he puesto mis complacencias. Escuchadlos. Carlos 3-16”, en palabras del autor de El último lector.

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Heriberto Yepez comenta en su @rchivo h@che:

Lo que hace Fuentes es obvio. Quiere continuarse en otros.
Fuentes sigue creyendo que la literatura es edípica y, peor aún, monárquica.
Los del Crack, con todo mi respeto, se dejan querer bonito. Ellos quieren formar parte del Cranon. No puedo hablar de buena parte de su obra porque no le he leído, pero si el Crack se asume como una ruptura, habría que realizar una exhaustiva investigación para averiguar de qué son ruptura.
Ruptura con Fuentes y su «Boom» evidentemente no. Entonces, específicamente, ¿de qué son ruptura? En sus manifiestos, por cierto, no queda claro qué pedo. Y es que solamente hay algo peor que un Edipo —oh Deleuze—: un Edipo que ni se anima a coger con Yocasta ni mata a su padre. (Ni mucho menos resuelve acertijos). De Edipo Rey a Edipo Pasivo.
Las virtudes del Crack son muchas, quizá la principal es haberse agrupado. México es un país en donde los escritores se ningunean mutuamente, en donde la descalificación al trabajo ajeno es la norma y el solo hecho de que algunos escritores decidan trabajar juntos, comunicarse, ayudarse y leerse, es un rasgo de inteligencia y amistad que debe reconocerse.
Por otra parte, el Crack es una ruptura inverosímil.
No es casual que la periodista escriba su texto con cierta ironía. En México, las autoridades cada vez pierden más credibilidad. Incluidas las literarias. Carlos Fuentes —junto con Carlos Monsiváis y Enrique Krauze— es una de las autoridades paternales en las que muchos buscan protección y cobijo.
Fuentes, a su vez, se beneficia nombrando «hijos». Así construye la ilusión de que estos cinco escritores lo prosiguen. Asegura su carácter de tronco de la Literatura Nacional, se reCanoniza con aquellos que podrían haber sido su ruptura. Fuentes es muy inteligente: ha optado por adoptar a los que podrían ser sus parricidas.
Y si bien critica a Bush II, Fuentes, con este tipo de estrategias, se reelige. Pero más que Bush, Fuentes quiere ser el Calles de la literatura mexicana contemporánea.
Si él y Paz creían que la literatura moderna está hecha de rupturas; ambos, curiosamente, se aseguraron de que a sus «hijos adoptivos» y discípulos directos no se les fuera a ocurrir ponerse ‘modernos’.
Francamente, una ceremonia como ésta dice más de Fuentes que de los cinco escritores que, en distinto grado aceptan, promueven o conceden el bautizo. Y lo que dice es que Fuentes tiene angustia y demasiado ego. Habría que recordarle lo más elemental de la literatura: no se hereda.
No me imagino a Rulfo haciendo algo semejante.
Obviamente nadie podría creer que su intención sea otra que oficializar a sus sucesores. Él no lo va a decir ni los afectados o beneficiados lo van a aceptar abiertamente. Buena parte de estos juegos involucran el arte de la simulación, el auto-engaño, el silencio.
A veces concebimos a los escritores como seres especialmente tácticos. Mi experiencia me revela que este casi nunca es el caso. El escritor es frecuentemente una persona con las mismas inseguridades, desajustes emocionales, ambivalencias, intereses, como cualquier otro terrícola. Así que ante la decisión de si recibir o no el compadrazgo o el apadrinamiento cometen las mismas fallas que el resto. En mi perspectiva personal, pedir, recibir o conceder el Fuentenazgo (el Fuentasazo en la espalda) es mala estrategia.
Además, ¿que te declare archipiélago? «Archipiélago» en México sólo uno, my friends, y ese es el de los Contemporanéos. Respect, ok? Los Contemporáneos, desde su posturas sexuales hasta sus posturas literarias desafiaban los valores dominantes de nuestra sociedad. El Crack es más bien tradicionalista. Y la prueba es que a la derecha de Fuentes te ves.
¿«Islas»? Too romantic. Islas ya no puede haber. Las editoriales, el Internet, la vida misma lo impide. Alguna vez todos creímos que era posible el margen, el underground, pero un año después supimos que nel. En una época de total exposición apenas se da con una isla, o las corporaciones la hacen un paraíso fiscal o los medios, un reality show.
Por cierto, Coronado era una isla, luego le pusieron un puente y ahora es una base aérea.
Además, ¿islas según quién? ¿La Atlántida?
¿«Boomerang»? No manches, Carlos, no manches. La naturaleza del Boomerang es volver a donde mismo. Así que del Boom al Boomerang no hay demasiada novedad. Y, sobre todo, la obra de estos cinco escritores no puede ser encapsulada en una fórmula tan mala. En un país como México, llamarles Boomerang es aniquilarlos, hacerlos presa fácil de la prensa, la crítica latosa y los lectores sanborns. Tú los encapsulas para que formen tu joven familia, pero a ellos les pegas en la madre.
Y por su lado, aceptar la condecoración significa promover una ideología bastante caduca. Aquella que indica que la literatura es un acto de transmisión familiar entre unos cuantos individuos, estructurados entre sí mediante un evidente linaje patrilineal, en que Fuentes es el padre generoso, y los otros son sus continuadores, aquellos que en otro momento, a su vez, entregarán la estafeta.
Anyway, ¿cuál estafeta? La literatura es una estructura mucho más compleja. No es casualidad, por supuesto, que este tipo de actos ocurran ahora en México, precisamente cuando la «República de las Letras» (como otras estructuras hegemónicas del país) es objeto de serias críticas y, en sí misma, se está desarticulando, a falta de renovación intestina seria.
Además, Fuentes está en pleno desprestigio literario. Sus últimos libros no han podido superar a los primeros, esas joyitas como Aura, un libro estupendo. Fuentes, en el gusto de muchos —lo cual no significa sino eso: en cierto gusto— va de picada como escritor. Tener hijos, por ende, es un acto de autopublicidad y fuente de eterna juventud.
«¡Yo soy el Papá!» Fuentes ahora declara su propio derecho a renacer.
No podemos decir que la percepción de la reportera sea errónea. Efectivamente este rito cultural en nuestra cultura —como en muchas— es un acto de trasmisión del poder.
Negarlo sería hacerse guaje.
Pero es un acto bastante artificial. Los del Crack, ya lo dije, se vuelven cada vez más increíbles como vanguardia, movimiento crítico, ruptura. Lo que quieren, al parecer, es tener papá.
O, como diría nuestro secretario, a falta de Whole Enchilada, aunque sea el Taco Bell.
Rivera-Garza —en mi juicio la más inteligente y más interesante escritura de los cinco— no necesita el apoyo de Fuentes. Al contrario: le estorba. Lo que ella representa es una transgresión respecto a cierto lenguaje literario mexicano. Su silencio, sin embargo, concede. Su opción, creo, es dejar que obra hable por sí misma. Quizá esa sea su apuesta. Ojalá fuese la de hacerle saber a Fuentes que thanks but no thanks.
¿Velasco? C’mmon, loco. Lo único que tienen en común Fuentes y Velasco es la casa editorial. Lo que he leído de él me ha parecido, a la vez, divertido y convencional. Pero me parecen mucho más interesantes las literaturas de Bellatin, Fadanelli, Toscana, Sada, Laurent-Kullick, Elmer Mendoza, E. A. Parra y una larga lista. Además, ¿qué no se supone que Velasco es un tipo algo loco? La neta: que se haya iniciado en la literatura leyendo a Fuentes es decepcionante —no ayuda a la imagen ‘cool’— y más parece uno de esos rollos que alguien se avienta para caerle bien al jefe.
Lo que dijo Toscana da en el blanco.
En mi opinión, por otra parte, si bien ser adoptado por Fuentes o dejar que otros así lo perciban puede ser beneficioso en términos de invitaciones, puestos, traducciones, prestigio entre otros Jefes Literarios, etcétera, en términos de lectores, ocurre todo lo contrario. El lector mexicano es sarcástico, está harto. Entre el lector mexicano y los linchadores de Tláhuac hay una perfecta continuidad de actitud. Un hartazgo de las arbitrariedades de las autoridades, una desconfianza plena ante cualquier acto de trasmisión de poder. Todo mexicano es un Travis Bickle automático.
Desgraciada o afortunadamente, ser adoptado por Fuentes, a estas alturas de la sociedad mexicana, not a good idea. Ni siquiera en cuestion de marketting. Y como postura intelectual crítica, mucho menos. Lo que Fuentes hizo es, exactamente, lo que como escritores debemos criticar.
Si una función tenemos, además de escribir libros interesantes, es desafiar estructuras anacrónicas y proponer nuevos paradigmas sociales.
No sé porqué pero orita me acorde de aquella telenovela. Quinceañeras.
Por otra parte, ¿a quién no le daría gusto sentarse con Fuentes y tener la oportunidad de dialogar con él? Solamente un idiota o un mamón rechazaría una oportunidad así, ya sea en la Feria del libro o un café.
El meollo del asunto es que como escritores, ¿por qué no practicar gustos críticos? Sobre todo, gustos públicamente críticos. De otra manera, luego no podemos quejarnos de que la figura del escritor mexicano sea señalada como crecientemente complaciente.

martes, noviembre 23, 2004

Algunos poemas...

Vacío


Como bostezo congelado,
así se abre este vacío
así se cierra esa palabra
así se muere aquel intento.
Como grieta escondida,
así se diseca este sueño
así se oprime la energía
y así se ahogan
los espejos de mi alma.

Bostezo, grieta,
borraste mi sonrisa,
y disipaste la rabia
que paraliza mi pluma.

Este vacío que me dejaste
sin castañuelas
ni amaneceres
se escapa del verbo
y mata, de un tajo,
mi ingenio.
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Raíces

El mundo me bañó de sombras
recorrí sus días
atropellé sus noches
creyéndome libre
y ahora,
tengo espacios
ya no recuerdos.

El mundo me bañó de sombras
arrullé sus días
modrí sus noches
creyéndome eterna
y ahora,
tengo encierros
ya no destellos.

Me quedé sin calles
desnuda de espejos,
soy, ahora,
caricatura calcomanía
aire sin brío
escama herida del silencio.

El mundo diluyó mi audacia
estoy ahora,
enterrada en una torre de sal
con la boca sedienta
y hambrientos hasta la muerte
serán mis sueños.

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Regalo de poeta

Nadaba desnuda en el brazo del mar
que dibuja la curva de tu boca;
jugaba contenta en la cueva oscura
que esconden tus ojos;
embriagada de vida
sin vino ni aire ni música;
tranquila y nerviosa,
era una niña sin vicios ni libros;
embebida en la estupenda presencia
de tu figura, tu estampa;
y me sentía rodeada de flores.

Creyéndome legendaria emperadora
sin los mitos de las Cleopatras
o las caprichosas,
me veía rebosando hermosura.

Renacía en mi vientre católico
de Virgen María en iglesias plegarias,
la bella pagana que nunca fue estatua:
Yank Kuei-Fei, la bella de China,
dueña de las metáforas;
y las capas las sedas
de aquella rebelde Aliénor d'Aquitaine
me cubrían en matices de reina.

Disfrazada de aromas,
volé‚ sin escalas ni tiempo
burlé la torpeza del día
las sombras de la noche
rompí los relojes,
con la suavidad de tus gestos
lienzos ellos y tú,
transparente figura,
borré millares de dudas ociosas
que me restaban vida
que me quitaban sueño.

Espejismo, sin duda,
regalo a la antigua
imperio de antaño
y yo lo viví
vestida de terciopelo
a tu lado.

Fui entonces vidriera
de torres de cielos
fui entonces mural
de mares cascadas
esculpí lo barroco la ética
escondí un par de valores
los espartanos
como el mejor ladrón de joyas

Fue un regalo de belleza
y de victoria.

Como por encantamiento,
los rumores las mentiras las pullas
del mundo allí abajo
desfilaron, con vergüenza,
detrás de nosotros:
los vencedores
los de esa pasión refinada
libre de decretos
y los de ese poema
de pocas palabras.

Creyéndome Diosa sin Olimpo ni látigo,
aniquilé las sentencias morales
de los cuerdos de los sensatos
sin alegar derechos ni firmar convenios
sin susto ni llanto
juré cuidarte
preparar tu alimento
limpiar tus zapatos
hacerte el amor en silencio
parir nuestros hijos
ser líder y mujer sin dogmas
paseante nocturna
te regalé mi vientre
me volví locuaz narradora
de leyendas de odiseas
sin discurso política retórica:
fueron gloriosos momentos
de prosaica mujer
de gitana esposa amante
sin reveses.

Anclada en océanos
sin mayores deleites
sin olas lluvias tormentas
anclada en ese mundo de nadie
que no exige promesas
que nace sin tiempo
en una y mil noches
sin hadas madrinas;
que no tiene puertas
que no compra ni vende
que es solamente
un pequeño regalo
con algo de vida.
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Soy araña y no tengo techo

Tenía memoria
Lo presentía:
había regresado
a su ruta de bulla
sedosa
vacía de colmenas
de dientes repleta
salpicando recuerdos.

Lo adivinaba:
no tendría techo
y con la misma audacia
aterrizaría de pique
respirando a trasluz
dejando su huella
en las ventanas.

Araña de una sola mirada
abarcaba sofisticada
los abrazos de su familia de desconocidos
en el mismo destino
esperándola
en el único aeropuerto
que recordaba;
ignoraa la superficie mojada
y olvidaba las estaciones

Así llegaba:
con sólo un enorme ojo
que había cerrado
por algún tiempo.

Escuchaba, se reía
de los comentarios:
era mujer de grandes mundos, decían
y estaba un tanto despistada:
había perdido sus llaves
algunos documentos y casi todos los valores
pero había llegado.

Todo estaba igual, la querían
su regreso, ella resolvería
era viajera, decían.

Nadie sabía
que era araña
disfrazada de aventurera
triste sin tela ni nido
que era araña
y que quería tejer
la ruta de los suyos.

Aquí se detiene
suspira respira observa
el paisaje de pocos techos:
sin edificios tentáculos
pobre de luces y corto de calles.

Aquí no hay túneles ni taxis color amarillo
y se siente acogida
por esa ciudad
que le sirvió de ceja
como la curva
de una hoja caída.

Hablo porque soy ella
esa araña solitaria
esa mujer que regresa
soy yo la que repite
la misma árida torpeza
la intrépida aventura
del que no tiene techo
y busca tulipanes
como si el corazón
no tuviera sonidos
como si el pulso
no hubiera sentido
el susurro del trópico
vigilante compañero
hermano distante.

Araña mujer pasajera
soy pájaro encerrado
soy figura solitaria
vagabunda
de movimientos mecánicos
de laberintos
de espejos
de dibujos y sueños
absurdos inevitables
y no olvido
que tengo raza
y no olvido
que de un tremendo arañazo
borré todos mis apellidos.

Adriana Navarro, un pájaro entre montañas

A Valeria Zambrano, la niña protagonista de La otra mitad es corazón (Ediciones Dipon, Gato Azul, Colombia, 2004), la primera y única novela de Adriana Navarro González (1958-2002), el ballet le abrió la posibilidad “de un viaje circular por los rincones del tiempo”.
A la autora, que dejó el ballet para estudiar filosofía y convertirse en especialista de Heidegger en México, la muerte puso temprano fin a su preocupación por alcanzar la excelencia literaria.
Al igual que Valeria, su primera pasión fue el ballet. La danza educó su cuerpo y su intelecto. Pero Adriana optó por trasladar esa disciplina a la literatura.
Como escribió en un poema para Francisco Godoy, lo hizo quizá porque “Escribir tiene que ver con sillas y ruedas,/ brazos y piernas./ Tiene que ver con volar y con quedarse quieto en tierra.”
Así, en su exquisita novela, Adriana vuela plácida y quieta para relatar la historia de Valeria como si fuera la suya, sin serlo; como si la vida fuera cuento o al revés.
En La otra mitad del corazón, la pequeña Valeria reflexiona: “la muerte de la jicotea y la muerte de Giselle y la del cisne y la de Romeo y Julieta son guiños de artificio. La muerte no hace visajes, no mueve una ceja; es un silencio, un hasta aquí, un retírense. Sólo ella permanece hincada junto al muerto.”
Premonitorios pensamientos de la autora, quizá.
Porque para Adriana, madre de dos niños que consagró los últimos cinco años de su vida a escribir su novela —“con pasión, sin desfallecer y sin perdonarse nada”, en palabras de Elena Poniatowska, de quien fue asistente y traductora al inglés—, la muerte fue como un pájaro de mal agüero que desplegó sus alas y se posó, para siempre, en su corazón.
Los que la conocieron, dicen que Adriana dejó “un mensaje que tiene alma y olor, que nos toca sutilmente y murmura a nuestro oído...”. Ese mensaje es, sin duda, La otra mitad es corazón, un relato sencillo, sin estruendos; escrito con una prosa delicada, de filigrana, con “hallazgos, frases y expresiones que nos hacen sonreír”, como escribió Elena Poniatowska.
Hace dos años, a los 44 años, en la plenitud de su vida y con una salud a prueba de (casi) todo, Adriana murió de un infarto fulminante. Pero, como los clásicos, ella vivirá para siempre en su novela, que está disponible en todas las librerías de México, y vale la pena leerla

miércoles, noviembre 17, 2004

Alma de niña y pluma de ángel

Hija de un bombero y una maestra ingleses, era una niña tímida que nunca se atrevió a preguntarle a su maestra cómo se llamaba. Siempre estaba distraída, soñando con viajes a otros mundos, con ser otra. No porque fuera infeliz, sino por el simple placer que le producía hacerlo.
Estudió para ser maestra pero terminó trabajando para una editorial, lo que la condujo a su verdadera vocación: la literatura.
Desde 1988, Geraldine McCaughrean (Middlesex, Inglaterra, 1951) escribe a tiempo completo, especialmente libros para niños.
Su lema es: “No escriba sobre lo que usted ya sabe; escriba sobre lo que usted quisiera saber”.
Eso es casualmente lo que Geraldine ha logrado con sus más de 100 libros para niños y adultos traducidos a 25 idiomas, incluyendo los best-sellers infantiles Storyteller y Little Storyteller.
De sus ocho novelas publicadas por Oxford University Press, siete le han merecido importantes premios literarios, como el Whitbread Children’s Award en 1987 y 1994, la Medalla Carnegie y el Guardian Children´s Fiction Award.
Desafortunadamente para nuestros niños (y para algunos de nuestros adultos), poco se conoce su obra en nuestro mundo editorial.
Su más reciente novela traducida al español, El Domador de Vientos (FCE), es un verdadero viaje —en un papalote—.
¿Puede imaginarse montado en ese papalote? Pues eso es casualmente lo que hace el protagonista de El Domador de Vientos, Haoyou, en esta historia ubicada en China del Siglo XIII. Para salvar a su madre, Haoyou se convierte en un jinete de papalotes y emprende un viaje que lo conduce al corazón de la corte imperial del Gran Kan. Y es un trayecto fantástico, que vale la pena compartir.

sábado, noviembre 06, 2004

Madame Bovary, profeta de la depresión

Hace unos días, Mario Vargas Llosa dijo que Los Miserables de Víctor Hugo es la última novela clásica y que Madame Bovary de Gustave Flaubert (1821-1880) es la primera moderna.
Una simple pero contundente afirmación, a la que me atrevo añadir que la obra del francés, escrita sin las interrupciones narrativas antojadizas de Los Miserables, es también un opus mágnum de la literatura universal. Así de simple.
Además, es la primera novela escrita por un hombre sobre una mujer que logra meterse en la piel de su protagonista al punto que, como el mismo Flaubert decía, “Madame Bovary, c’est moi” (Madame Bovary, soy yo).
A siglos de distancia, la historia de Emma Bovary se antoja profética de un mal tan clásico como moderno —la depresión— que afecta a millones de mujeres del siglo XXI y es la principal causa de suicidio a escala internacional. En México, se pierden a diario 9.6 vidas por esta patología.
De allí que se haya acuñado el llamado Síndrome Bovary, vinculado a la insatisfacción afectiva que lleva a la búsqueda de un amor romántico ideal, aunado a un intenso sufrimiento existencial de frustración y resentimiento por la falta de reconocimiento social.
Sin duda, la buena literatura tiene dotes proféticos o cuando menos precursores. Me pregunto, ¿cuál sería hoy el concepto del amor femenino sin el sacrificio de Madame Bovary? ¿Qué de la igualdad de los géneros si George Sand no se hubiese paseado en pantalones un invierno en Mallorca? ¿ Y de las reivindicaciones feministas si Nora, la heroína de Ibsen en A Doll’s House (Casa de Muñecas) no hubiese roto con la tediosa vida familiar, abandonado casa, marido, hijos y una cómoda vida burguesa?
Lo que ya no podemos negar es que Emma Bovary fue la primera mujer deprimida que conocimos por medio de la prosa realista y romántica, moderna y clásica, de Gustave Flaubert.
Tampoco podemos negar que hoy en día, en México, una de cada tres mujeres sufren de ese mal que Emma encarna para siempre en la literatura.
Por todo ello, recomiendo la lectura de la octava reimpresión de Madame Bovary publicada por Alianza Editorial (El libro de bolsillo), con prólogo de Vargas Llosa y traducción de Consuelo Berges.

sábado, octubre 23, 2004

La Antígona de Jean Anouilh



Antígona es la chica flaca que está sentada allí, callada. Piensa. Piensa que será Antígona dentro de un instante, que surgirá súbitamente de la flaca muchacha morena y reconcentrada a quién nadie tomaba en serio en la familia y que se erguirá sola frente al mundo, sola frente a Creón, su tío que es el rey. Piensa que va a morir, que es joven y que también a ella le habría gustado vivir. Pero no hay nada que hacer. Se llama Antígona y tendrá que desempeñar su papel hasta el fin.

Así lee el prólogo que, durante la ocupación alemana de Francia, escribió el dramaturgo francés Jean Anouilh (1910-1987) para su versión de Antígona, la hija de Edipo que invocó la validez de principios por encima de las leyes de los poderosos.
Quizá por contraste a las noticias que vemos en televisión y leemos en las diarios todos los días, ahora recuerdo esa leyenda griega que se convirtió para siempre en la consagración de una ley moral, inmutable y superior a cualquier moral social o política.
Son muchas, muchísimas, las versiones literarias y dramáticas posteriores a la de Sófocles sobre la joven Antígona, marcada por un destino trágico.
Pero mi preferida es la de Anouilh, donde el centro del problema se desplaza y gravita sobre la decisión condenatoria que dicta el rey Creón contra sus propios deseos. Antígona no duda: su papel es enterrar a su hermano Polínices, aunque sabe que su decisión la condenará a muerte por desacato.
La pequeña pero leal Antígona de Anouilh acepta su destino con resignación, con un amor profundo y entierra a su hermano: es lo que tiene que hacer, no como heroína sino como hermana. Sin duda hubiera preferido vivir, pero nunca a costa de ser mezquina y menos desleal a su sangre.
Al margen del contexto político en el Anouilh ubica su drama, la Antígona que dibuja es, primero que nada, una hermana, para quien la lealtad a ese vínculo filial es más poderoso que el miedo a morir.
Lo que este dramaturgo logra, con una habilidad deslumbrante, es una inversión de papeles. Antígona cumple su destino buscado y aceptado libremente: la única víctima de un destino que rechaza es precisamente Creón.
Como lo fue Melpómene para Hesiodo, Antígona lo es para Anouilh: la primera musa de la tragedia, y la más digna.

viernes, octubre 22, 2004

Salomé, rebelde del siglo XXI: Francisco Prieto

Pocas figuras en la historia han motivado a tantos artistas como la apasionada Salomé, una princesa idumea, mujer de gran belleza que bailó para su padrastro, Herodes Filipo, y a instancias de su madre le pidió la cabeza de Juan El Bautista en una bandeja de plata.
Desde Guillaume Apollinaire y Jean Cocteau en poesía, Richard Strauss y Wagner en música, Gustave Moreau y Klimt en pintura, y hasta Oscar Wilde, siendo éste el primero que le dio una carga de erotismo y la liberó de las ataduras religiosas.
Ahora, el creador y dramaturgo Francisco Prieto Echaso publicó Salomé o el amor de Dios (Editorial Jus), que es su propia versión del mito.
“Mi Salomé representa la rebelión de los jóvenes frente a un mundo de indiferencia, frialdad y crueldad de este siglo XXI, donde se quedaron sin utopía y además, la que existía era falsa”, expresó Prieto a Crónica.
Lector de Shakespeare, Unamuno, Pío Baroja, Graham Greene y Rosario Castellanos, Prieto escribe esta obra a la manera de la Antigona de Jean Anouilh: aunque ataviada con los ropajes del siglo I, Ia obra está escrita con un lenguaje moderno, como una gran metáfora del siglo XXI.
Salomé o el amor de Dios transcurre en la corte del rey Herodes, en las horas del banquete en que, a cambio de una danza, Salomé pide al tetrarca la cabeza de Juan El Bautista,
El eje central de esta obra, en la que aparece una Salomé dura, que confunde la ternura con la sexualidad y hasta la violencia, es de alguna manera el cruce entre la cultura del poder y la fe.
Así, Salomé se refiere a sí misma como alguien que está “seca”, y que es capaz de matar en seco, que ve cómo los demás sienten sin que ella sepa lo que es eso.
Sus actos —provocar al Bautista, perturbar a Herodes con su danza— nunca logran que para ella, a pesar de su inteligencia y poderío, las cosas adquieran algún sentido.
“Es que está ávida de ternura”, explicó Prieto, quien le agregó al conocido mito dos personajes: la esclava Raquel, que Salomé seduce primero y mata después, y el centurión Flavio, amante de Raquel.
A pesar de que el autor aconseja que la música de la famosa Danza de los siete velos sea, en caso de que la obra se llegue a producir, la de un compositor actual, Prieto asegura que se mantendrá al margen de las lecturas en atril a cargo de la directora Jenny Ostrotsky, quien hoy las inicia en el Teatro La Capilla del Centro Cultural Helénico.
“Un músico que sienta la obra sería lo ideal, si no está la sinfonía que escribió Strauss para Wilde,” reflexionó el también ensayista

miércoles, octubre 06, 2004

Gioconda y El pico del Colibrí

Gioconda Belli tiene la calidad de esos pájaros deslumbrantes que le quedan a uno grabados en la memoria para siempre. Una mata de pelo crespo, rojizo, del color fulminante de la lava que eruptan los volcanes cuando estallan; unos ojos pequeños, como dardos, embriagantes de chispa erótica, y una voz tímida de niña pidiendo perdón por ser tan mujer. Así existe ella en mi memoria.
Cuando leí su primer libro de poemas eróticos, Sobre la grama (1974), las descripciones líricas de su cuerpo y de sus instintos moviéndose con un empacho brutal, fueron demasiado ensordecedoras para mí.
Más tarde, Línea de fuego (1978), Truenos y arco iris (1982) y De la costilla de Eva (1987), su trazo poético, teñido por preocupaciones políticas y sociales, me conmovieron por la reflexión que acompañó esos textos sobre la condición de las mujeres en la sociedad.
Recientemente, cuando publicó El País Bajo Mi Piel, Memorias de amor y de Guerra, me enteré que para Gioconda el mundo era uno con ella en la pasión de la guerra y en la pasión del amor.
Esta obra revela a una mujer cálida, un tanto ingenua, pero comprometida: una madre revolucionaria que termina alejándose de aquellos líderes por los que arriesgó su vida. Gioconda se separó de los Sandinistas, pero no de su país, donde no reside de manera permanente, pero con el que mantiene una relación “bajo su piel”, en California.
Ahora, acaba de terminar El Pico del Colibrí (título de trabajo), una historia de un profesor que seduce a una joven contándole la historia de amor y celos de Juana La Loca y Felipe El Hermoso. “Desarrollan una relación extraña en que ambos juegan su papel más el de estos personajes y en la que él termina comportándose con ella como sus ancestros, los Marqueses de Denia, que mantuvieron a Juana prisionera, por órdenes de Fernando El Católico (su padre) y Carlos V (su hijo), desde los 29 hasta los 76 años en Tordesillas“.
La historia de Juana y de Lucía se mezclan y confunden. Como se mezclan la vida de Gioconda y su obra.

viernes, octubre 01, 2004

Yo he durado: Juan Carlos Onetti

En 1938, con motivo del ingreso de André Maurois a la Academia, una revista parisina le preguntó a Juan Carlos Onetti: ¿Cuál es el secreto de su éxito? En una oportunidad en la que otro hubiese dejado fluir largas páginas líricas, el ilustre escritor se limitó a contestar: “Muy simple. Yo he durado”.
Y todavía “le queda por delante la eternidad”, en opinión de Lichi, quien se confiesa lector y admirador del autor de Cuando ya no importe.
Sobre la escueta respuesta de Onetti a la revista parisina, el creador de Caracol Beach comenta a Crónica:
“Bellísima respuesta, propia de un genio. La genialidad no basta para ser un grande, pero no se puede ser un grande sin la genialidad”.
En efecto, fue esa genialidad que le permitió a Onetti (Montevideo, Uruguay, 1909-1994) fundar una literatura, una ciudad y una leyenda. La autenticidad de su escritura, pero también su desarraigo, la exploración del deseo y del fracaso, inauguraron una nueva cohesión literaria en las letras hispanoamericanas.
Encierro. La leyenda ubica a Onetti del lado de la noche, el alcohol y las mujeres, en una suerte de olimpo indiferente donde cultivó un rotundo desprecio hacia las formas domésticas de la sensibilidad.
Al respecto, Lichi comenta: “Estar del lado de la noche, el alcohol y las mujeres es también estar a favor de la vida —al menos de esa parte importantísima de la vida que hace las veces de vestíbulo de la muerte: morir de noche, con copas y por amor parece una estupenda despedida. Una despedida de caballero, con sombrerazo”.
Pero, alega el escritor de Informe contra mí mismo, “todo se complica cuando uno piensa que Onetti no era un romántico sino un escéptico, un ardoroso descreído. Tengo la impresión de que el viejo maestro había nacido en una fecha equivocada y también en un continente equivocado”.
Durante los últimos años de su vida y en particular durante su exilio en Madrid, en 1975, Onetti habitó el mundo de sus ficciones, destino final de un recorrido que lo llevó a ingresar en su propia obra como un personaje más, sin artificios literarios.
Lichi de nuevo: “Estoy totalmente de acuerdo, pero sospecho que Onetti no aprobaría esa tesis porque implica una voluntad de trascendencia que él nunca tuvo”.
Y reflexiona: “Onetti acabó siendo un personaje suyo, de acuerdo; sin embargo, lo que más me impresiona es que también terminó siendo su propio escritor, o dicho de otro modo: acabó siendo palabras, letras, su propio nombre”.
Pero un escritor rodeado de misterio. Su reclusión voluntaria en una cama, su hosquedad, su falta de compromisos con el mundo literario, contribuyeron a alimentar ese velo que lo rodeó toda su vida.
Desde que inició su carrera como escritor vivió fuera de este mundo, con el sueño cambiado, recluído en sus fantasías y llevando la misma vida que sus personajes. Algo semejante a su vida como exiliado de Uruguay, pero exiliado de todo y de todos.
El ríoplatense vivió en Santa María, Montevideo y Buenos Aires; para morir en una clínica de Madrid el 30 de Mayo de 1994, ciudad en la que pasó los últimos 19 años de su vida, enclaustrado los diez finales, sin salir prácticamente de su cama.
En 1993, la editorial Alfaguara publica la que será su última novela, Cuando ya no importe, que hará las veces de testamento literario. El texto revela soledad, hastío, frustración y pérdida de la fe.
TARDÍO. Onetti tardó bastante en llegar a ser Onetti; a convertirse en ese nombre que cubre una obra variada y dispersa pero de gran coherencia temática y estilística. Su primer libro, El pozo, se publica en 1939, cuando tenía 30 años.
En la década siguiente salen tres novelas más (Tierra de nadie, 1941; Para esta noche, 1943; La vida breve, 1950) y nueve textos breves, algunos de los cuales son realmente cuentos, otros apenas capítulos de novelas abandonadas, o páginas que en la revisión final de las publicadas fueron excluidas por el autor.
Onetti no sólo tardó en descubrir a Onetti; también hizo todo lo posible para que las etapas (sin duda difíciles) de ese descubrimiento quedaran obliteradas.
Lichi continúa sus reflexiones sobre Onetti:
“Toda dislocación temporal o espacial se paga con la amargura o la indiferencia. En todo caso, lo biográfico no sostiene su monumental obra literaria sino todo lo contrario: sobre el colchón de sus libros, duerme Onetti con absoluta, majestuosa, indiferencia.”
Y concluye que su legado es “el mar, las contaminaciones del alma, la soledad. La vida es un astillero o un pozo”, y cuando lo lee “encuentra a un hombre que se llama Montevideo”.

Frases célebres del autor
* Sinceridad
Lo más importante que tengo sobre mis libros es una sensación de sinceridad. De haber sido siempre Onetti. De no haber usado nunca ningún truco, como hacen los porteños, o hacían cuando había plata y se lustraban los zapatos dos veces al día. (A Juan Gelman)

* Montevideo
En los últimos tiempos sueño mucho, y casi exclusivamente con Montevideo y con personajes montevideanos, gente y lugares: bares donde tenía reuniones con damas, calles. Y tengo la ventaja de que a los pocos segundos de despertarme, el sueño se borra aunque me quede el recuerdo de que sí, soñé. Sí, tengo más sueños de Montevideo que de Buenos Aires. Ahora, claro, la última etapa de vida fue Montevideo, ¿no? (A Jorge Ruffinelli)

* Etapas
Hubo sí, una época en que intentamos, con impía insistencia, escribir cuentos y novelas. En la primera etapa de aquel tiempo adoptamos una posición, un estado de espíritu que se resumía en la frase o lema: aquél que no entienda es un idiota. Años después, una forma de serenidad —que tal vez pueda llamarse decadencia— nos obligó a modificar la fe, el lema que sintetiza: aquél que no logre hacerse entender es un idiota. (Reflexiones literarias)

* Indiferencia
A mis personajes se les podría calificar de existencialistas antes de Sartre. Mucha gente piensa , o lo dice, que yo soy una buena persona, un buen tipo. Y en realidad, lo que soy es un indiferente. Yo no puedo, por ejemplo, hacerle daño a alguien, porque no me interesa. No puedo tratar de trepar con los codos, porque no me interesa. ( A Magela Prego)

* Conclusión
Mi literatura es una literatura de bondad. El que no le ve es un burro. (A María Esther Gilio)


Donna Tartt sorprende al mundo con segunda obra

Cuando la desconocida Donna Tartt publicó su primera novela, El Secreto (Plaza & Janes, 1993), la escritora salió del anonimato para ubicarse en la nómina de los clásicos contemporáneos. Pero los críticos, maravillados ante esta suerte de milagro literario, vaticinaron que se trataba de una obra primeriza y solitaria; que la autora pasaría a la historia por esa única magnífica novela. No podría, argumentaban, superar la calidad de ese su primer intento literario.
Tras el éxito indiscutible de aquella primera propuesta, transcurrieron 10 años de silencio, lo que parecía dar la razón a quienes habían afirmado que El Secreto sería su única obra.
Pero Donna, esa diminuta mujer nacida en 1963 en Greenwood, Misisipi, capaz de citar de memoria a Santo Tomás, Platón, Buda, Dante, Proust, Poe, Salinger y a su mayor ídolo, T. S. Eliot, volvió a sorprender al mundo.
El año pasado, publicó en Estados Unidos Un juego de niños, que se convirtió en otro acontecimiento literario de primera magnitud y por supuesto en otro best-seller. De manera reciente, Areté-Mondadori puso a disposición del mercado iberoamericano la versión en español, y después de dos meses de venta, algunas librerías en México la ubican entre los 15 libros más vendidos del año.
Un juego de niños retrata un mundo a través de los ojos infantiles, en una atmósfera de misterio recreada por autores como Mark Twain, Robert Stevenson y Herman Melville, con los que la crítica, ahora como en 1993, vincula a la escritora sureña.
La acción de Un juego de niños comienza con un crimen: Robin, de nueve años, es hallado muerto, colgado de un árbol en el jardín de una finca de Misisipi, suceso que destrozará la vida de la familia Cleve y que obsesionará a Harriet, su hermana de 12 años. La niña bucea, escarba, desde un presente lleno de dolor, silencio y locura, en el oscuro y acallado pasado familiar con un único objetivo: descubrir al asesino de su hermano una década atrás.
A partir de ese arranque, Donna Tartt logra mantenernos sin aliento hasta el final. La historia despega en forma de thriller y acaba convirtiéndose en el preciso y fértil retrato de una familia y de toda una época.
A través del inconformismo de su protagonista agitadora, Donna pone en evidencia la hipocresía y el muchas veces absurdo comportamiento de los adultos, sometidos a reglas incomprensibles.
Para Eve Gil, una escritora mexicana y admiradora de Donna, la fortaleza de la autora es “su sangre fría para describir personajes y situaciones, lo cual no hay que confundir con ausencia de pasión. Yo diría más bien que dosifica magistralmente su desbordada pasión”.
Para otros, es “la hacedora de un milagro literario”. Así la describió Alicia Ramírez, editora del FNAC, consorcio de librerías y principal distribuidor de libros en Europa. “Pocas veces sucede, pero cuando se produce, se agradece,” escribió de manera reciente.
“Tartt, con una prosa exquisita, nos va presentando una historia inolvidable, en realidad son muchas las historias, llenas de personajes soberbios”, agregó la especialista.
Donna Tartt, una voraz lectora que domina el latín, el griego y el francés, ha dicho que el sexo no aparece ni aparecerá en sus libros. Para ella, el sexo y las palabras se excluyen el uno al otro.
No así la doble moral de la sociedad estadunidense, que la autora aborda sin tapujos en Un juego de niños, que no será, sin duda, su última novela.



Cuando le cae a uno bien el autor que entrevista...

Muchos le han jurado que el Hotel Balmori, título de su más reciente novela, (Joaquín Mortiz-Planeta) existe y está en el centro de la ciudad de México. Pero Francisco Pérez Arce asegura que “si existe, no tiene teléfono“.
En todo caso, para el autor es un hotel ficticio. “Probablemente me inspiré en un cine, el Balmori, de la Colonia Roma, que existía en mi infancia. Además, Balmori es un nombre muy sonoro, por eso me gustó,” explica a Crónica a propósito de este libro en el que recrea momentos cruciales del último tercio del siglo XX mexicano a través de la historia de Alicia, La China, el personaje en torno al cual gira la trama.
La China es una mujer que busca el pasado de su padrastro y encuentra historias insospechadas con sabor a guerra sucia: la masacre de una familia campesina en Morelos, dos sobrevivientes, la guerrilla de los setenta, un militar arrepentido y un desenlace insólito en el Balmori, un famoso hotel capitalino.
¿Qué significa la literatura para el autor de esta novela con un trasfondo político evidente? “Difícil pregunta... Creo que es la manera de actuar libremente, moverte en un territorio conocido sin ataduras con la realidad“.
En una suerte de paradoja, lo que busca La China es casualmente lo que autor quiere olvidar: ataduras con la realidad. La joven de 18 años está sola en el mundo, sin familia ni pasado, salvo un joven estudiante de filosofía que se convierte en su novio y compañero de aventuras.
“Es un personaje entrañable... una adolescente aniñada que ha perdido todo, que necesita raíces y quiere conocer su historia”, comenta Francisco Pérez Arce.
Un episodio inesperado la lleva a investigar el pasado de su padrastro, que acaba de morir, y en sus investigaciones, encuentra el trasfondo de la novela: además de la masacre de campesinos cometida por el ejército, dos sobrevivientes que logran huir, nexos con la guerrilla de los setenta y un militar arrepentido; todos protagonistas que viven momentos políticamente cruciales del último tercio del siglo pasado.
Esta novela de trasfondo político, urdida audazmente, de personajes bien construidos y lenguaje vivo, es también la historia de una mujer “de su empeño por recuperar la memoria que no es de ella sola sino de todos“, dice el autor.
¿Y por qué una mujer? “Para tomar distancia... uno puede caer fácilmente en la tentación de la autobiografía, y en efecto, uno cae, como en momentos me pasa a mí en esta novela, pero quería que la protagonista fuera una mujer para no terminar siendo yo”.
La novela le surgió, cuenta, “de una anécdota, así como surgen a veces las novelas. No tenía interés de escribir una novela histórica y de hecho, no lo es. Es totalmente ficción: la atmósfera, el andamiable, sólo el trasfondo proviene de la realidad...”
Está narrada en dos tiempos y en dos planos: inicia en 2000 y concluye en el 1984 “porque la novela es una investigación sobre el pasado: arranca de una hebra —el cuaderno que le entrega un desconocido a La China en el metro— que conecta ese presente con un acontecimiento 30 años atrás: la masacre campesina en el México de 1973“, explica el autor.
Pero si el trasfondo es la llamada “guerra sucia“, el tema central es la memoria, lo que el autor confirma:
“La memoria en el sentido que la necesidad de La China es que la memoria le dé trascendidad; una muchacha de 18 años no se pregunta su pasado pero si pierde todo eso y además en un accidente encuentra su padrastro, pues eso se convierte en algo vital”.
Finalmente, Francisco Pérez Arce, que además de Hotel Balmori, es autor de La Blanca (1987), Dios nunca muere (1992) y El Día de la Virgen (1994), promete que su próxima novela será simplemente una novela de amor...

La soledad, la maldita soledad....en el Distrito Federal

Cada día aumenta el número de hombres y mujeres que acude a los centros comerciales enormes e impersonales, ávidos, no necesariamente de llenar el carrito de compras, sino de comunicarse con alguien.
Y esos establecimientos, conscientes de este nuevo fenómeno, ya empezaron a organizar actividades para captar la atención de esas “almas solitarias” que los invaden todos los días.
“Si no lo hacemos nosotros, la competencia lo hará sin duda”, confiesa a Crónica Omar López, vicegerente de una de esas cadenas comerciales en la Ciudad de México.
“La tendencia es atender a ese tipo de gente y ver qué productos y qué servicios se le puede ofrecer”, agrega.
La Comercial Mexicana en Patriotismo, por ejemplo, ya ha creado espacios para estas almas solitarias.
Un grupo de mujeres de clase media, por ejemplo, se reúne todos los jueves en las mañanas en uno de esos centros en un taller para aprender a tejer. Pero no todas acuden para eso.
Algunas, como Irma de Groth, una ama de casa de unos 60 años, confiesa:
“Yo realmente vengo para entretenerme, para tener una terapia. Primero vine a tejer pero ahora que hicimos un grupo muy bonito, ni tejo. ¡Vengo a platicar!”
Es cierto que no es una gran novedad la noción de que las mujeres, cuando se sienten solas o deprimidas, salgan a comprar, a caminar, a pasar el tiempo, visitando los centros comerciales. Pero ahora también lo hacen los hombres.
Entre las siete y las once de la noche “nos visitan hombres que llamamos `oficinistas solitarios´, bien vestidos, de entre 20 y 60 años, que vienen a buscar un encuentro social, un rato agradable, porque se sienten solos”, dice Omar.
“Es obvio que no vienen a comprar sino a buscar un acercamiento con la sociedad y se la pasan horas en la sección de revistas, hojeando libros”, afirma.
Para acoger a estos clientes que no llegan solamente a comprar, algunos supermercados capitalinos están considerando opciones para todos los gustos: talleres de lectura, clases de aerobics, conferencias de académicos, presentaciones de artistas y hasta obras de teatro.
Al parecer, los supermercados están desplazando a los bares y las discotecas como lugares donde podría surgir la posibilidad de un encuentro amistoso, e incluso amoroso.
“Si vas a la Comercial Mexicana de San Jerónimo a las diez de la noche, puedes ligar. Hay una cantidad impresionante de hombres solos haciendo el súper”, cuenta a Crónica la sicóloga Claudia Amador.
Por lo general, son individuos inmersos en su “sub-mundo”, incapaces de establecer relaciones duraderas, que entran a los centros comerciales en búsqueda de situaciones nuevas, placenteras, efímeras quizá, con personas anónimas con las que se cruzan y fantasean sobre acontecimientos imaginarios.
Todo es producto de la “despersonalización”, de la “descomposición” de la sociedad hoy en día, “cuando nos comunicamos por celulares, por internet, pero poco nos abrazamos”, sentencia la doctora Amador.
El fenómeno, que ha surgido en la última década en las grandes urbes, no solamente es una realidad del mercado, sino también de la sociedad globalizada.
“Con demasiada frecuencia, uno ahora ve gente sola que ya no quiere rehacer su vida de pareja, o si quiere, cree que no hay con quién”, en opinión de la doctora Amador, quien ejerce su profesión de sicóloga en un hospital del IMSS y en su consultorio privado.
Para ella, el encuentro de las `almas solitarias´ en los centros comerciales se da por la “terrible necesidad de encontrar pareja” entre hombres y mujeres que “desesperados”, terminan agarrándose “de un clavo ardiendo”, aunque sea el que les ofrece el súper “entre las lechugas”.
¿Por qué en los supermercados?, le preguntamos.
“Es que mal de muchos, consuelo de todos... Estamos tan solos todos, pero en esos centros comerciales enormes, nos sentimos a salvo y acompañados”.
En efecto, la soledad, la necesidad de comunicarnos, “aunque sea con el vecino de las lechugas” va in crescendo, y en los grandes supermercados la gente puede hacerlo con tranquilidad, sin presiones sociales.
“Oye ¿este jamón estará bueno? ¡qué caros están ahora los melones!, cosas así, cualquier trivialidad, con tal de entablar una comunicación, pero son relaciones que en general no duran después de hacer el súper”.
Es un hecho innegable que las parejas se divorcian con mucho más frecuencia ahora por razones que en otras épocas eran triviales. “Es que tú dejas la pasta de dientes destapada y eso yo no lo aguanto”, por ejemplo.
Para la doctora. Amador, la gran culpable es la tecnología que ha reemplazado la comunicación individual para convertirla en un asunto impersonal.
Es más fácil relacionarse de manera mecánica, sin compromiso, como lo hacemos con la computadora, ante la que vivimos muchos alrededor de unas 10 horas diarias. Esa “no te dice buenos días, no contesta, ni te dan ganas de abrazarla”, y es con sus teclas con las que tenemos nuestra relación más íntima.
Para las almas `solitarias´, especialmente los hombres, es menos duro enfrentarse a su realidad en los supermercados porque ahí van con el supuesto propósito de comprar y aunque lo hagan solos, no es tan obvio que buscan compañía. “Están como en las caballerizas”.
Pero “esos contactos superficiales en los centros comerciales ponen en evidencia tu gran soledad ante ti mismo”.
El México de otras épocas era un país de gente amable, contenta. “Si tú llegabas a un restaurante, por ejemplo, te recibían con buenas tardes, ¿qué se le ofrece? Ya no. Hoy, eres un número más”.
Y es que ahora más que nunca antes, como escribió Rabindranath Tagore, “el hombre se adentra en la multitud para ahogar el clamor de su propio silencio”.

Los niños también están solos
La doctora Amador opina que los niños y los adolescentes también viven más solos hoy en día.
“Estamos formando niños que aprenden a estar solos, porque hay una cantidad de hogares mono-parentales. La maternidad ya no es obligatoria”.
Las mujeres se van a trabajar y dejan a sus hijos solos o en la guardería. Además, “las parejas prefieren tener un solo hijo. El niño crece solo. No aprende a compartir. Tiene poco contacto con los afectos”.
En los centros comerciales, entonces, “los adolescentes se reúnen a platicar, a ligar, pero sin compromiso”.

Centros para la tercera edad
“En sus casas están solos o estorban y necesitan encontrar lugares para contactar, para chorchar con alguien contemporáneo”, dice la doctora Amador, y agrega el problema de la falta de contacto físico entre la gente. “Porque ya la gente no se toca, no se abraza”.
Hay algunos lugares, como La Nueva Cuba, en el centro de la Ciudad de México, donde la gente mayor va sola nada más a bailar.”
“¡Que maravilla! Por lo menos se tocan... Y el baile es una de las formas más tradicionales de cortejo”.

"Entablé una lucha amistosa con el dolor”, dice la valiente María Luisa Puga



Por María Lourdes Pallais

De María Luisa Puga se ha dicho que “no vive la vida, la escribe”. La frase la define como un retrato a mano alzada: su vida ha transcurrido mediante la prosa inventiva y puntual.

No es entonces sorprendente que durante los momentos más intensos de la artritis reumatoide que le diagnosticaron hace varios años, haya creado Dolor, personaje con el que entabló “una lucha amistosa” que le permitió una mejor calidad de vida.

La autora (Ciudad de México 1944) empezó escribiendo Diario del Dolor (Alfaguara 2004) “para desahogarme” hasta que “se empezó a crear la presencia del dolor como algo que estaba siempre ahí conmigo. Me dije si yo estoy acorralada aquí con él, pues él igual conmigo. No se va a poder ir”, contó en entrevista con Crónica en el lobby de un hotel capitalino mientras fumaba como chimenea y saboreaba un jugo de naranja.

“Tú estarás haciendo lo tuyo, pero como yo también te estoy escribiendo, pues yo estoy haciendo lo mío. En ese momento fue que dolor adquirió la D mayúscula”, explicó la autora de Inventar Ciudades.

Así, Dolor se instaló en el cuerpo de la autora que se transformó en “el cuerpo del dolor”.

Sin embargo, haber establecido una relación tan “cálida” con Dolor, le permitía a María Luisa Puga que éste se fuera, quién sabe dónde, de vez en cuando. Por ejemplo, en el apartado 78, titulado No quisiste venir esta vez, Dolor, la autora escribe que durante un viaje de vacaciones a Durango, no la acompañó; es decir, no sufrió. ”Quizá te desanimaste porque no veníamos en avión y ya no había tanta novedad”, escribe María Luisa.

En la portada del CD que acompaña su novela, la autora escribe a mano: “Había que tenerlo en la mira todo el tiempo, más para conocerlo que para vigilarlo. Merodearlo, como él hace con nosotros; crear una familiaridad. No es fácil. Su presencia es extraña: repelente, antagónica; indiferente. Pero acaba por entrar en la costumbre (...)

Con Diario del dolor, sin amargura alguna y con mucho sentido del humor, Puga da voz a una mujer anclada por la artritis en una silla de ruedas. La protagonista y su alter ego, Dolor, dialogan, se enojan, se respetan, comparten desengano, los malestares de la enfermedad; una y otro se escuchan mutuamente.

A la manera de Julio Cortázar, el personaje principal se da a la tarea de proponer instrucciones para sobreponérsele. Le encuentra formas y espacios nuevos y no renuncia a su presencia diaria.

El libro, que incluye una versión en CD leída por la autora, un texto de su doctor, Gabriel Herrejón Cervantes, y otro de su esposo, Isaac Levin, está subdividido en 100 pequeños apartados que transforman la palabra en un exorcismo del dolor.

Como escribir sobre el dolor y convertirlo en personaje la ayudó a deshacerse de él, ahora “Dolor sí salió de mi escritura pero llegó su primo, con un doctorado del extranjero, y es el dolor de las terapias y ese me cae mal”.

Porque ahora María Luisa, que camina con bastón y con ayuda de una andadera después de dos delicadas operaciones, está en otra etapa de su enfermedad que la ha obligado a someterse a una rutina exhaustiva de terapia física para recuperar el movimiento de sus caderas y sus piernas.

Como ella siempre ha dicho, mientras pueda escribir, puede seguir viviendo, por lo que su próxima novela, Contracturas, aborda su situación física en una suerte de metáfora sobre la política del país.

Una nota periodística que escribí a principios de este año en un coloquio sobre El Gran Cronopio, Julio Cortázar

Antes de participar en el séptimo y último foro del Coloquio Julio Cortázar revisitado: nuevas lecturas, Carlos Monsiváis, Sergio Ramírez y Alain Sicard, por separado, aseguraron a Crónica que no harían referencia directa a la relación entre el autor de La Casa Tomada y la revolución cubana. Pero ayer no tuvieron más remedio que hacerlo.
Primero Sergio Ramírez, para quien Cuba es “una revolución que ya tiene más de 50 años”, recordó que las propuestas políticas de Cortázar, primero hacia la isla caribeña y después hacia la Nicaragua sandinista, “casi nunca estuvieron contenidas en sus escritos literarios”.
Con ello, la gran enseñanza que dejó el autor del relato No se culpe a nadie, fue “ese viaje en el filo de la navaja, cuando el escritor que se compromete puede hasta comprometer su propia vida, pero nunca su propia escritura”, agregó el ex vicepresidente nicaragüense.
Al recibir la Orden Rubén Darío en 1982, recordó Ramírez, Cortázar dijo que “la libertad de escribir era como la de los pájaros que vuelan largas distancias en perfecta formación”.
Y agregó: “A Julio le tocó vivir los primeros años de la revolución en que los sueños aún no daban paso a ninguna pesadilla (...) si de algo estoy seguro es que encontró la apertura, la libertad de conducta, la improvisación, el desenfado” que Cuba carecía.
Era entonces Cortázar el autor preferido de los revolucionarios clandestinos, porque “planteaba las maneras de no ser frente a las descaradas maneras de ser que ofrecían sociedades de América Latina donde no bastaría abolir las injusticias, sino buscar nuevas formas de conducta personal”, según Ramírez Mercado.
Por su parte, la ponencia de Carlos Monsiváis, que siguió a la del autor de Margarita está linda la mar, recordó el apego de Cortázar a “la gran tradición de la paradoja”.
Por un lado, el gran cronopio fue un escritor comprometido, aunque su “activismo político no transmite su obra en prédica”, y por el otro, fue un autor “enormemente sofisticado que localiza lo que considera los significados de la revolución cubana”.
Recordó la primera gran fisura del vínculo entre Cortázar y Cuba, cuando firmó un manifiesto que exigía la libertad del poeta cubano Heberto Castillo, acusado de cometer “actos contrarrevolucionarios”.
Siempre paradójico, Cortázar luego escribió un texto “agresivo” (...), “una suerte de poema, Policrítica a la obra de los Chacales, en donde ratifica su incondicionalidad al régimen de Fidel Castro”, afirmó Monsiváis.
“Hasta el final, Cortázar es fiel a su primer impulso que amplía con lealtades sucesivas a la lucha antiimperialista (...) a la revolución sandinista y a la causa de los derechos humanos en Argentina”, agregó.
Citó el escritor mexicano también al Cortázar de Rayuela para enfatizar su “sentido del humor desde la solidaridad: Yo siento que mi salvación tiene que ser también la salvación de todos, hasta el último de los hombres”.
Al afirmar que el autor de Historias de Cronopios y famas “reflexiona de modo constante sobre el sentido de su obra”, Monsiváis recordó que terminó eligiendo combinar —como lo ilustra por ejemplo El Libro de Manuel—, “un tono intensamente comprometido con un
tono desenfadado”.

El Cronopio Mayor, un gigante de ojos tristes: Sicard
Alain Sicard, quien cerró este foro ayer, recordó “la historia de amor entre Julio y Cuba”. Antes, como “epígrafe” a su intervención sobre su versión del pensamiento político de Cortázar, contó la impresión que le dejó Cortázar la última vez que lo vio en Poitier, el pueblo natal del catedrático francés especialista en la poesía de Neruda: “Es el recuerdo de aquel gigante con unos ojos muy tristes, pero una sonrisa maravillosa”.
Y continuó: “Cada generación tiene su propio acontecimiento catalizador de su conciencia política. Para Neruda fue la guerra de España; para Julio Cortázar fue la revolución cubana”.
Luego citó unos párrafos del poema Policrítica: “Les hablo a todos mis hermanos pero miro hacia Cuba / No sé de otra manera mejor para abarcar la América Latina...”.
Paradójico como era el autor de una laberíntica obra que quizá nunca concluyó, su americanismo nació “lejos de América”, pero fue siempre su gran preocupación política, recordó Ricard, quien también habló sobre el desprecio del escritor argentino hacia los nacionalistas (“mi patria es otra cosa, nacionalista infeliz / me sueno los mocos con tu bandera de pacotilla”).
La visión del trío de ponentes sobre el pensamiento político de Cortázar tuvo varias coincidencias: Cortázar era paradójico, solidario y, como concluyó Sicard, siempre intentó “llegar a la revolución desde su práctica que incluía un alto grado de irracionalidad” y “nunca renunció a los juegos de la imaginación”.

jueves, septiembre 30, 2004

''La razón es femenina; los sentimientos, masculinos''



( Ma. Lourdes Pallais en Guadalajara )
( 2004-09-26 )

“Hay que recordar que los sentimientos y el corazón, que definen a la mujer, son masculinos; y que la cabeza y la razón, que definen al hombre, son femeninos”, dijo el historiador José Bru, uno de tres ponentes de la última mesa del Encuentro de Escritoras Inés Arredondo en el Museo Regional de Jalisco. Ayer, en la tercera y última jornada del cónclave en la capital tapatía, la primera mesa de escritores varones fue el plato fuerte del día —que se perdieron más de la mitad de los participantes que salieron muy temprano a la Casa de Cultura de Tonalá para concluir allí sus lecturas, charlas y presentaciones—. Las ponencias de los escritores Dante Medina y Jorge Souza, y la del historiador José Bru, en palabras de la organizadora de la reunión, Laura Hernández Muñoz, resumieron uno de los objetivos del encuentro: polemizar sobre “la crítica de y para la obra escrita por mujeres”. Bru pidió “no poner género a quien escribe”; Medina comentó “nada más interesante que leer cómo se ven las mujeres en su intimidad” y Souza, de manera menos irónica y más formal, disertó sobre José María Vigil y Agustín Rivera, dos mexicanos defensores de los derechos de las mujeres y los indígenas en el siglo XIX. La respuesta del público, compuesto por unas 20 mujeres y dos hombres, fue iniciar lo que en dos días de reuniones no se había dado: una ráfaga de preguntas a los ponentes que convirtieron la mañana de ayer en una entretenida e interesante polémica. Carmen Vega, por ejemplo, una autora y catedrática de termodinámica en la Universidad de Puerto Rico, insistió que sí existe una diferencia en todo lo que hace el hombre y la mujer, y lo ejemplificó con la siguiente anécdota. “Dos estudiantes, un joven y una joven, hicieron el mismo ejercicio: midieron la corriente termodinámica de organismos vivos. Ambos lo hicieron todo igual, salvo que la joven esperó un segundito porque me dijo que le daba pena que las bacterias se murieran electrocutadas.” Todos estallaron a reír, mientas Carmen intentaba explicar: “es que la mujer le pone una gota más de sentimiento a todo lo que hace y si yo no me hubiera tomado el trabajo de preguntar, no hubiera entendido porqué los resultados de ambos ejercicios fueron tan diferentes”. Tras la afirmación de Dante Medina que era importante reconocer que “las mujeres, por razones de educación y cuotas de poder” habían llegado “tarde” a la literatura, la escritora y conferencista Eve Gil ripostó: “No es cierto. La primera mujer que escribió fue Eukhaddiana, en el año 2200 aC, en arcilla, y la primera mujer que escribió una novela fue una japonesa en el año 1010”. Medina agradeció el dato, que confesó, desconocía. Gil agregó otro, que en realidad era una pregunta cuya respuesta quedó en el tintero: “¿Por qué pocos en América Latina conocen a la escritora Carson McCullers y todos conocen a William Faulkner, aunque ambos fueron igualmente acogidos por la crítica e igualmente exitosos en su época?” Hubo un momentáneo silencio que una mujer que no se identificó trató de llenar diciendo, con voz suave y melodiosa, “estos pleitos no sirven de nada…”. Tomó entonces el micrófono María Vilalta, una novelista argentina que participó en el encuentro como ponente, para recordar que el meollo del problema de la difusión de la obra de mujeres, y hombres, era la industria editorial y el “comercio feroz que no tiene nada que ver con los géneros”. Nadie estuvo en desacuerdo, por supuesto. Para finalizar la corta pero dinámica discusión, volvió a tomar el micrófono la puertorriqueña para señalar que “la realidad es que estamos ante un siglo de uniformidad, donde ya no se les regala a los niños un soldado y a las niñas una muñeca, sino a ambos una computadora”. Hoy concluye el encuentro que, según adelantó Laura Hernández a Crónica, tendrá su séptima edición en la Universidad de Vigo, España, el próximo año, anuncio que se hará esta tarde en la clausura del evento.

Las letras no tienen género

Las letras no tienen género: Laura Hernández Muñoz
( M. Lourdes Pallais en Guadalajara )
( 2004-09-24 )

“Aquí no hay géneros; hay palabras, porque las letras no tienen género,” sentenció la poeta tapatía Laura Hernández Muñoz al dar el campanazo de inicio a la primera jornada de conferencias y ponencias del VI Encuentro Internacional de Escritoras Inés Arredondo 2004, que sesiona en el Museo Regional del estado de Jalisco, desde ayer y hasta el próximo domingo. Más de 150 mujeres escritoras, académicas e investigadoras de México, Chile, Perú, Puerto Rico, Uruguay, España y Colombia —y por primera vez una docena de sus pares varones—, se dieron cita por sexta ocasión para “rescatar la tradición oral, dar voz al que ha quedado mudo y mostrar al mundo nuestra riqueza ancestral” en contra de la “ofensiva de la mediocridad avalada por la mediocridad de la mercadotecnia”, en palabras de Hernández Muñoz, organizadora del evento. Nubia Macías, directora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), al hablar desde el presidium antes de la primera conferencia magistral dictada por la autora española Ana María Navales (Premio Letras de Aragón), dijo que el propósito de esta cita literaria era “que las escritoras fueran publicadas y leídas”. En plática con Crónica, la funcionaria de la FIL comentó que “la gran ambición (de la cita literaria) es promover que la obra de las participantes sea difundida y traducida a otros idiomas”. Por su parte, la poeta puertorriqueña Maireyn Cruz-Bernal, quien organizó el mismo encuentro el año pasado en San Juan de Puerto Rico, leyó las primeras estrofas de uno de sus poemas: “Te levantas mujer/ por debajo de tu falda/ tocas tu sexo oloroso y limpio/ como una isla/ que por debajo del mar/ abraza al mundo/”. Luego definió a las participantes, ella incluída —que buscan ser “escritoras y no mujeres que escriben” y casi todas han sido publicadas en sus países de origen— como “unas alucinadas recorriendo pasillos en las noches más terribles de nuestras vidas, acunándonos en instantes con letras que nos llegan de lejos por e-mail, de alguna con quien nos escribimos y que también se salva en su noche, en su pasillo, en su país”. En el auditorio del museo, en el corazón del Centro Histórico tapatío, donde se reunieron ayer para escuchar la primera conferencia magistral de Navales, las creadoras no paraban de moverse, tomarse fotos, abrazarse unas a otras, compartir sus obras e intercambiar direcciones. Todo así hasta que se instaló en el presidium la autora de Cuentos de Bloomsbury, tras las huellas de Virginia Woolf, e inició su charla, que versó sobre la influencia de la novelista británica en su obra. “Mi obsesión por Virginia Woolf (se debe sobre todo) a su manera de encarar la literatura y por su preocupación de la forma y la evolución de la literatura”, leyó la también poeta y ensayista. En un tono casi profesoral, que provocó el silencio absoluto en el lugar, Ana María prosiguió: “Lo importante no es lo que se cuente, sino cómo se cuenta”, y agregó que la maestría estructural de la obra de la Woolf es un ejemplo de ese axioma que ella admira tanto. Con la autora de Las Olas, Ana María mantiene una relación “secreta y privada”, y admitió que su interés en ella “va más allá de su obra para conocer su personalidad; me contagió sus dudas y su desánimo hasta bordear, como ella, la locura”. Al terminar su ponencia, las participantes se dividieron en dos grupos para continuar la jornada en otras salas del museo donde se instalaron las mesas de varias ponentes que continuaron hasta tarde la noche de ayer. Las charlas incluyeron disertaciones sobre la obra de Elena Poniatowska, de Rosario Castellanos, Inés Arredondo, Isabel Edwards y Rosario Ferré, entre otras reconocidas autoras.

martes, septiembre 21, 2004

Mi suerte

Tengo la suerte del creyente que arriesgó su vida por pura fé
la del desesperado que perdió su rumbo
la del amante que nunca fue ciego
la del borracho que bebió una laguna y vomitó sangre
Tengo la suerte de todos ellos y como ellos, perdí la fé
Me persigue la suerte de las gaviotas tristes
que no tienen viento
la del huérfano sordo que tuvo diez padres y no tuvo madre
la del avaro, del desnutrido
la de una gran traición
y doscientas torpezas
la del ambulante la del gitano la de la esposa
la de los que aman sin tener a quién
Sufro la suerte del moribundo que se sonríe por pura fé
la suerte del mundo
la del gigante y los leprosos
la cargo conmigo y no sé por qué
Yo tengo la enorme suerte del Sol grandioso
la del silencio
y tengo todas, todas las suertes
las de los sueños
las de los ojos
la del respiro
la del hechizo
y la que me guía
es la gran suerte
de los que creen
sin tener fé

viernes, septiembre 17, 2004

La ambigüedad fulminante de Cristina Rivera Garza

La ambigüedad fulminante de Cristina Rivera Garza
Lo que permea la narrativa de Cristina Rivera Garza, una joven autora mexicana residente en Estados Unidos, es una atmósfera ambigua donde las identidades de sus personajes se difuminan, porque nada es estable.
La evocación de uno de los personajes míticos de la literatura mexicana, Amparo Dávila (Zacatecas,1933) y la recreación de su inquietante universo, poblado de seresysituaciones anómalas, que trastocan la percepción del lector, enfrentándolo a un universo posible, pero plagado de incertidumbres donde todo adquiere un matiz difuso, ambiguo y misterioso, son sus grandes logros como narradora.
A través de esa ambigüedad, de lo andrógino y las situaciones fuera de lo común llevadas al extremo, La cresta de Ilión (Tusquets, 2004) es un tributo a una de las piezas clave de la narrativa mexicana del siglo XX. Atrevida, provocadora, sensual y terrorífica, esta novela exige del lector la disposición para aceptar que las cosas que no ve o entiende, no significan que no existan.
Su colección de relatos en Ningún reloj cuenta esto exploran la debilidad tanto de hombres como de mujeres cuando se encuentran y se desencuentran en el mundo.
Pero, como ella misma ha dicho: “más que resaltar la diferencia entre hombres y mujeres, algo que por otra parte no me interesa mucho, o la ausencia de uno u otro, me gustaría pensar que estas narrativas se proponen una especie de imbricamiento o yuxtaposición de miradas e interpretaciones. El hombre visto por la mujer vista por el hombre ad infinitum. Y, ahora que lo digo así, sospecho que en este sentido podría hablar, tal vez, de la existencia de un mecanismo interno que subvierte la heterosexualidad de las mismas”.
Esa ambigüedad que domina su obra es producto, en su opinión, de la relación que tiene con dos idiomas viviendo en la frontera. “El vivir de manera cotidiana con dos idiomas te obliga a pensar en esas metamorfosis que sufren para poder convertirse en un vehículo de comunicación más efectivo”.
Al margen de su afirmación, lo que nadie puede obviar es que su prosa, a la manera de Amparo Dávila, transita en una línea intermedia entre la fantasía y la realidad de manera seductora.

Evocación de Alfonsina Stormi

Mujeres Engañadas (Alfaguara 2004) es una antología de cuentos escritos por autoras que reúne una galería de temas: La mujer que se deja morir de amor; la que juega al matrimonio perfecto; la que acepta en su casa a la amante de su marido; la que ha extraviado su valor y padece la fealdad de la desdeñada; la que se empeña en la necia fidelidad enseñada durante siglos por las mismas mujeres; la buena esposa abandonada con cuatro hijos que implora a San Compadecido que se apiade de ella; la mujer exitosa que al vislumbrar una aventura la complica y queda lastimada por el engaño... La primera frase del prólogo de Ethel Krauze reniega del título: “¿Mujeres engañadas? ¡No, mejor mujeres que engañan!” Pero, explica luego, como es “una muestra representativa de los cambios que corren en la vida y la escritura femenina”, hay las engañadas y las engañadoras. La Cómplice de Guadalupe Amor, por ejemplo, es un relato en el que la protagonista, es la engañadora. Pero en Domingo, de Rosario Castellanos, esta narradora legendaria por su sarcástica lentitud lúdica, revela que el marido de Edith, la protagonista, la engaña. Convencida de que los maridos son indispensables en el matrimonio, admite a la amante del suyo. Pero se siente excluida de la fiesta y se consuela con tareas domésticas. Otros relatos de la antología, escritos en el transcurso de cinco generaciones de narrativa mexicana son: ¿Qué hora es? de Elena Garro, Conversación de Navidad de Guadalupe Dueñas, Música concreta de Amparo Dávila, En la sombra de Inés Arredondo, Fruta madura de ida de María Luisa Mendoza, El penúltimo adiós de Tita Valenci, Sombra ella misma de Aline Petterson, Nina de Beatriz Espejo, Otra víctima de María Luisa Puga, Por favor, cárguelo a mi cuenta de Yolanda Serra, abordan temas como la pérdida, la intriga, la ironía, la rabia, los celos, la confusión. Enfin, la sal y la pimienta de las relaciones entre el hombre y la mujer, engañados y engañadores. Y, tras leerlas todas, me quedo con las palabras de Alfonsina Storni: —Y usted, señorita, ¿qué hace? —Dirijo el tráfico en la Vía Láctea.

miércoles, septiembre 15, 2004

The love of my life

The love of my life? If I still were in my 20´s or my 30´s, I would say that it was my job.
Being a journalist meant the world to me. I remember when I was still in high school and one of my teachers asked me what was the most important thing to me. I answered, without hesitation, “becoming a journalist”.
And later, as a college freshman, I registered for a seminar about script writing, which was only available to a few students after an interview.
When I was interviewed, the teacher asked me why I wanted to enroll in the seminar. I told him that I wanted to become a journalist. He laughed discreetly and said sweetly, “but, you should know that this seminar won't help you become a journalist...” I answered that I was convinced it would. I was accepted.
Later on, after obtaining a Master's Degree in Journalism at Columbia University, I got a temporary job as an editor and translator for the Latin American Desk at The Associated Press.
A year or so went by and I was selected to move on to the AP's New York City desk.
I got the job, basically, because I was a Latina woman, and the AP wanted to settle a dispute it had with the Federal Government for discriminating against minorities. The fact that I could also write fairly well in English helped.
Shortly after my transfer to the AP's City desk, I was offered a job at CBS, as a reporter based in one of its Connecticut offices. The salary was twice what I was making. But I decided that at the AP I would learn how to write succinctly, so I stayed.
Until a few years ago, my life as a journalist has been the most important aspect of my life. My personal life (relationships et al) were secondary to that.
But, after I published my first novel in the late 90´s, journalism became a second priority. I wanted to be a novelist.
The change hasn´t been that easy. Even if I have finished a second novel (which has yet to be published), I had to go back to working as a journalist, an editor, a translator and, lately, as a press coordinator for different organizations.
Until recently, my personal relationships were never a priority. I had an eight-year-long relationship that was like a marriage, but shorly after it ended, I met somebody else (a foreign correspondent -- a journalist like me...) and we got married.
The marriage didn´t last very long, but the relationship has. Yes, he is still in my life and is without a doubt my best friend in the whole world, even if he is happily married and a has a three-year old son. And yes, my relationship to him changed me a great deal. I learnt that ex-wives and ex-husbands can be friends, and friends forever.

viernes, septiembre 10, 2004

Quien sabe porqué

Nací con un rostro de delicados trazos dibujados por una mano enamorada. Mi piel, translúcida, reflejaba una ternura plácida que parecía eterna. Mi cabello creció felino y brioso, negro pero brillante. Nunca supe de qué color eran mis ojos, pero eran cuevas profundas. Mi sonrisa era un suave relámpago generoso y espontáneo. Sonreía aún cuando dormía. Me llamaban Bella y lo era.
Pasaron los años y quien sabe porqué un día, dejé de hablar, perdí la razón, o la cordura que quizás nunca tuve. Repetía monólogos, sin puntos ni comas, sin dirigirme a nadie, cuando me sumergía bajo las sábanas de mi cama.
“No lo sé quien sabe porqué lo siento mucho no quiero que me vean no quiero caminar ni quiero nada ni me importa cuando abro los ojos menos cuando los cierro y no me gusta vestirme andar desnuda es lo mío esconderme en el espejo no entender si voy o vengo sentir mi mano hundida en mi vagina y mojarla es rico si nadie se entera tocar mis senos acariciar sus pezones mis piernas mis brazos mi cuello, quien sabe porqué”.
Crecí en un pueblo esculpido de arena, vestido de un desierto mudo, donde un río vetusto corría helado en invierno, habitado por unas 30 mil almas que sólo conocían sus arenas blancas y doradas, alborotadas de algarrobos y médanos que el viento hacía y deshacía a su capricho. Allí, en ese rincón del mundo donde el tiempo transcurría lento, trenzando presente, pasado y futuro, mis padres me mantuvieron alejada de todo y de todos, como si fuera un pájaro extraño con alas de mármol y patas de marfil. Sólo me permitían bañarme en el río una que otra madrugada, antes de que saliera el sol, mucho antes de que abriera el mercado y la parroquia sus puertas. Lo hacían temerosos de que la impunidad de mi exquisita fragilidad ahuyentara a los demás mortales, que podrían creer que no era humana.
Y es que no tendría alas de mármol ni patas de marfil, pero sí unas piernas larguísimas, piel de terciopelo, como mis brazos; espalda de lienzo rectangular, hombros que parecían almohadas sólidas; de hierro mi omoplato; mi cintura, de muñeca. Todo lo cubrían con ropas grises de franela, aún en verano (nunca sudaba), sobre calzones largos de encajes almidonados, que levantaban, con o sin viento, mis anchas faldas (jamás usé pantalones). Sabían que nada escondería mi lánguidez encantada, mi caminar mudo, envuelto en un velo invisible que rozaba el espacio que ocupaba. Así, imposible que viviera como las demás.
Por todo ello, nunca fui a la escuela, ni tuve amigas, mucho menos novios. Hilda fue la excepción. Ciega y bastante mayor que yo, fue mi tutora, mi consejera, mi única amiga, la que me enseñó a leer, a escribir y a tratar de descifrar los rompecabezas de la vida.
Pero Hilda no pudo impedir que pasara el tiempo y que un día mi silencio deslumbrara a un hombre de legendaria trayectoria política que mis padres recibían como rey, el único hombre que yo jamás conocí y el único que se atrevió a hablarme mirándome a los ojos. Le llamaban Enano y no sabía sonreir. Quien sabe qué nombre le habrían puesto sus padres. Nunca nadie lo supo.
"Fuiste creada para mí. Quiero casarme contigo“, me dijo una noche, tajante pero con la elegancia de una verónica de Ordoñéz, mientras yo cenaba en silencio, con la mirada vedada, como acostumbraba. Mis padres no lo escucharon cuando él me confesó, sin humildad, que había logrado todas sus metas, salvo una. Casarse con una mujer como yo. Una mujer excepcionalmente bella, con un rostro opuesto al suyo --sombrío y gris como el invierno--, con unos ojos tampoco como los suyos --unas líneas escondidas bajo pliegues de arrugas hinchadas. Y lo más importante: que le enseñara a sonreir, sus labios nunca habían logrado dibujar esa alegre curva.
Yo apenas lo miré cuando hablaba. Quizá no le creí. Quién sabe. Sí pensé que era la encarnación de una madurez agria; sí sabía que se afeitaba dos, a veces tres, veces al día y era obvio que todo lo sabía, salvo ser feliz. Era solemne, taciturno, de caminar torpe, desgarbado, comía demasiado, fumaba puro, era casi calvo y nunca paraba de hablar.
Esa noche supe que sería su esposa. No por amor ni porque creyera que había sido “creada“ para él. Quién sabe porqué, pero lo sabía.
No pasó mucho tiempo desde aquella noche. Nos casamos a pesar de las dudas de mis padres, que no se atrevieron a oponerse por la extraña relación que los unía a Enano; y contra la voluntad de Hilda, que desapareció del pueblo cuando se enteró de la noticia, sin antes alertarme: “será tu ruina” y escupirle a mis padres por permitir nuestra boda.
Vestida de blanco, con una rosa también blanca entre mis dedos y una mantilla española que me cubría el cabello, pero no el rostro y mucho menos mi sonrisa púrpura, con los mismos calzones bajo el traje de novia, entré a la parroquia por primera vez en mi vida, casi altanera, del brazo de mi padre, que sudaba a chorros. Tenía 17 años.
Enano me esperaba, ufano, consciente de su triunfo, ante el altar. Se sentía galán, ungido, sabía que el pueblo moría de curiosidad por verme vestida de novia. Sabía que el pueblo lanzaría cohetes y reventaría pólvora luego de la bendición del cura, que lo convertiría en mi esposo --de esa joven adusta, etérea y muda que le enseñaría a sonreir.
Pasaron algunos años más. No más de cinco, quizá seis.
Empecé a quedarme calva. Mi rostro aún reflejaba ternura, pero la perfección de mis facciones se habían diluído un tanto. Mis ojos ya no eran profundos. Mi mirada de flecha se había disipado bajo tristezas silenciosas, adquiridas quién sabe porqué.
Pero, terca, yo seguía siendo Bella. Caminaba con el mismo garbo y bajo el mismo velo invisible. Intentaba esconder mis desvelos bajo miradas lacónicas y esconder mi calvicie con sombreros que yo misma diseñaba. Y nunca dejé de sonreir. Todo así hasta aquella madrugada.
Apenas había salido un sol opaco, oculto bajo nubes desabridas. Una lluvia débil lo borraba todo. Un arco iris dudoso se defendía. Los colores del día podrían aparecer pronto. Igual, los susurros del viento.
Asustada tras un sueño de imágenes agitadas, desperté sobresaltada. A mi lado, Enano roncaba bajo un cúmulo de sábanas y colchas que no disimulaban su voluminosa panza. Con la respiración truncada, me levanté y abrí las ventanas de la recámara quedito, como quien abre la vida con cuidado. Intenté respirar desde mi vientre, como lo hacía antes de zambullirme en el río. No pude. Cerré los ojos y me acaricié el rostro.
Quería escuchar el murmullo del viento. El corazón me latía desfrenado. Me acerqué de nuevo a las ventanas que seguían abiertas, y volví a ver el sol opaco, las nubes difusas y escuché la lluvia monótona sobre el arco iris que nunca pudo dibujarse. Nunca aparecieron los colores, ni los sonidos, del día que estaba por nacer.
Fue la última vez que disfruté el amanecer. Dos o tres lágrimas viscosas me nublaron la vista. Ya no distinguía nada dentro o fuera del dormitorio.
Me froté los ojos varias veces hasta que sentí que me ardían, que se perdían en líneas borrosas, cubiertos de legañas.
Por instantes, en medio de mi visión aturdida, creíe ver la figura erguida de mi hermano Camilo, que le llamaban “El Genio“, asesinado años atrás en circunstancias que nadie nunca le aclaró, y que Enano había intentado explicarme con ese tono inseguro pero pomposo de quien nunca pudo hablar en público sin tartamudear.
“Tu hermano es un mártir. Murió por sus ideales. No importa quién lo mató,” me había dicho.
Oculto tras una neblina grisácea como la ropa que ya no cubría mi cuerpo, creí distinguir el cadáver de mi hermano en un ferétro de madera. Y su voz que me decía: "tranquila, Bella, la vida no tiene colores".
Apenas pude escuchar el sonido del despertar esa mañana. Ya no veía nada. A tientas, recuperé mi espacio bajo las sábanas, con la esperanza que en unas horas recuperaría la vista, y que el fantasma de mi hermano nunca volvería a aparecer.
No tuve esa suerte. Nunca me volví a levantar de la cama, ni a recuperar la vista, mucho menos a abrir los ojos.
Creo que morí, nunca se supo de qué exactamente, unos días después, totalmente calva, escuálida, pálida, sin mi velo ni mi sonrisa. Nadie fue a mi entierro. Enano se ocupó de organizar mis exequias. Mis padres habían muerto años antes. No tenía hermanos, ni hijos, ni herederos. Salvo él, que se apropió de mi sonrisa para siempre.